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La Mona Lisa, un inodoro de oro y ahora las joyas reales del Louvre: la fascinante historia de robos de obras de arte

La corona de la emperatriz Eugenia, que los autores se llevaron y posteriormente dejaron caer mientras huían del lugar en motocicletas, contiene ocho águilas de oro, 1 354 diamantes de talla brillante, 1 136 diamantes de talla rosa y 56 esmeraldas.
La corona de la emperatriz Eugenia, que los autores se llevaron y posteriormente dejaron caer mientras huían del lugar en motocicletas, contiene ocho águilas de oro, 1 354 diamantes de talla brillante, 1 136 diamantes de talla rosa y 56 esmeraldas. | Fuente: EFE

En una operación ingeniosamente concebida, cuatro hombres vestidos con chalecos fluorescentes llegaron al Louvre en un camión de plataforma plana a las nueve y media de la mañana del domingo. Rápidamente, se pusieron manos a la obra y colocaron una escalera extensible hasta el segundo piso. Tras subirla, cortaron una ventana, entraron en la Galería Apolo y, blandiendo herramientas eléctricas, se llevaron nueve objetos exquisitos.

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El Louvre, el museo de arte más grande del mundo, cuenta con aproximadamente medio millón de objetos en su colección, de los cuales unos 30 000 están expuestos, y recibe una media de 8 millones de visitantes al año. Se trata de una cifra considerable a cualquier escala, con mucha gente y muchos objetos que vigilar. Y los domingos son especialmente ajetreados.

En una operación ingeniosamente concebida, cuatro hombres vestidos con chalecos fluorescentes llegaron al Louvre en un camión de plataforma plana a las nueve y media de la mañana del domingo. Rápidamente, se pusieron manos a la obra y colocaron una escalera extensible hasta el segundo piso. Tras subirla, cortaron una ventana, entraron en la Galería Apolo y, blandiendo herramientas eléctricas, se llevaron nueve objetos exquisitos.

Los objetos sustraídos eran las joyas reales de Francia, que anteriormente pertenecieron a la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III y mecenas de las artes.

Aquí es donde la cosa se complica para los ladrones: ¿qué se puede hacer con estos objetos de valor incalculable? No pueden llevarlos puestos, ya que son demasiado grandes y llamativos como para pasar desapercibidos, y no pueden venderlos de forma legal, ya que hay imágenes de ellos por toda la red.

Lo mejor, desde el punto de vista de los ladrones, es desmontar las piezas, fundir los metales preciosos y vender las gemas por separado.

La corona de la emperatriz Eugenia, que los autores se llevaron y posteriormente dejaron caer mientras huían del lugar en motocicletas, contiene ocho águilas de oro, 1 354 diamantes de talla brillante, 1 136 diamantes de talla rosa y 56 esmeraldas. En resumen, se trata de una considerable cantidad de gemas individuales que hay que intentar vender.

El momento lo es todo

Para el Louvre, cualquier robo es un duro golpe. Pone en tela de juicio su seguridad, tanto electrónica como humana. Había cinco miembros del personal de seguridad cerca que actuaron para proteger a los visitantes y las alarmas sonaron, pero todo el robo se completó en siete minutos.

El momento oportuno es crucial en los robos.

En 2019, un inodoro de oro de 18 quilates titulado America (2016), del artista Maurizio Cattelan, fue robado del palacio de Blenheim, en Inglaterra. Se lo llevaron en cinco minutos y medio. Pesaba 98 kilogramos y funcionaba perfectamente.

En otras palabras, los dos hombres que lo robaron (y que más tarde fueron detenidos y condenados a penas de prisión por sus delitos) trabajaron con rapidez y eficacia. En el momento del robo, se estimaba que el valor de los lingotes de oro ascendía a unos 4,5 millones de euros.

El cuadro de Van Gogh Jardín rectoral en Nuenen en primavera (1884) fue robado del Museo Singer Laren, en los Países Bajos, durante su cierre por la covid en 2020. Fue recuperado a finales de 2023 tras una investigación del detective de arte holandés Arthur Brand.

El robo en 2017 de dos pinturas de Gottfried Lindauer del Centro Internacional de Arte de Auckland (Nueva Zelanda) solo tardó unos minutos en culminar con éxito. Los ladrones irrumpieron en la ventana delantera de la casa de subastas donde se exhibían las pinturas, valoradas en medio millón de euros.

Los retratos fueron recuperados cinco años después a través de un intermediario, con daños menores.

Recuperación de los objetos robados

El cuadro de Picasso La mujer que llora (1937), propiedad de la Galería Nacional de Victoria, en Australia, fue robado de forma notoria por los llamados Terroristas Culturales Australianos en 1986, pero su desaparición no se notó hasta pasados dos días.

Recuperado poco más de dos semanas después, el cuadro fue dejado para que el personal de la galería lo recogiera en una taquilla de la estación de tren de Spencer Street. El motivo del robo era poner de relieve la falta de apoyo financiero a los artistas del Estado de Victoria, pero la verdadera identidad de los ladrones sigue siendo un misterio.

En 1986, 26 pinturas de temática religiosa fueron sustraídas de la galería del monasterio benedictino de New Norcia, en Australia Occidental.

Los ladrones no planificaron bien el robo: no tuvieron en cuenta que tres hombres y el alijo de cuadros no cabían en un Ford Falcon. Los cuadros fueron cortados de sus marcos, aparentemente destrozados. Uno quedó completamente destruido. Los ladrones fueron capturados y acusados.

¿Cuál será el próximo destino del ladrón?

Resulta imposible cuantificarlo, pero algunos dicen que las recuperaciones de obras de arte a nivel mundial son posiblemente tan bajas como el 10 %.

Las pinturas son más difíciles de vender, ya que no se puede cambiar su aspecto físico hasta el punto de que no se reconozcan.

Sin embargo, en el caso de objetos como el inodoro de oro o las joyas, los materiales preciosos y las gemas pueden reutilizarse. El tiempo dirá si se recuperarán las joyas napoleónicas.

Nunca digas nunca jamás. La Gioconda (1503), sin duda la principal atracción del Louvre, fue robada en 1911 y recuperada dos años más tarde. El ladrón, Vincenzo Peruggia, era un operario italiano que trabajaba en el Louvre y fue detenido cuando intentaba venderla.

Este último robo en el Louvre pone de relieve la vulnerabilidad de los objetos de las colecciones públicas. Lo irónico es que a menudo se donan a estas instituciones para su custodia.

Los ladrones del domingo sabían lo que buscaban y por qué. No conocemos sus motivos. Sabemos que las joyas robadas forman parte de la historia de Francia y son irreemplazables. Su robo priva a los visitantes de la posibilidad de apreciarlas individualmente por su belleza y manufactura.

Pero una parte de mí no puede evitar pensar en cómo los franceses eran parciales a la hora de apropiarse de obras de arte y objetos preciosos que pertenecían a otros. Así que tal vez este podría ser un caso de déjà vu.The Conversation

Penelope Jackson, Adjunct Research Associate, School of Social Work and Arts, Charles Sturt University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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