La premio Nobel de la paz llegó a su país el pasado jueves, seis años después de que los talibanes le dispararan en la cabeza.
La Premio Nobel de la Paz Malala Yousafzai terminó este domingo una de sus visitas programadas en Pakistán. Rodeada de seguridad, con una agenda secreta y las pocas interacciones públicas, la activista feminista realiza sus actividades en su país natal luego de que en 2012 los talibanes le pegaron un tiro por defender la educación de las niñas.
La joven de 20 años salió esta mañana de Islamabad con la misma discreción y seguridad con la que llegó el pasado jueves de madrugada sin que su visita fuese anunciada o su agenda hecha pública para evitar ataques contra ella. Su salida del país estuvo rodeada por el silencio del Gobierno e instituciones paquistaníes, que no realizaron hoy ni comentarios ni valoraciones sobre la visita.
Televisiones locales mostraron a una sonriente Malala bajándose de un vehículo acompañada de su madre y un hermano para entrar en el aeropuerto, escoltados por un convoy de seguridad. Esa seguridad ha sido una constante en sus cuatro días de visita, organizada por el Gobierno, que se ha hecho cargo del protocolo, actos y escasas interacciones con la prensa.
Agenda en reserva
Uno de los responsables del protocolo, que prefirió mantener el anonimato, explicó durante la visita a Efe que no podía informar de sus actividades por "motivos de seguridad". Los participantes en los actos de Malala recibieron invitaciones apenas horas antes de los eventos e incluso con menos tiempo.
Así fue en un acto el jueves en la oficina del primer ministro, Shahid Khaqan Abbasi, en el que los diplomáticos que acudieron recibieron una invitación a última hora del día. En ese evento, Abbasi recordó que Malala dejó el país cuando solo era una niña y ha vuelto como "la paquistaní más famosa", subrayando que Pakistán es su patria y podía venir cuando quisiera.
El viernes mantuvo un encuentro con un grupo de mujeres activistas, a las que se pidió que acudieran al acto sin decirles con quién se reunía. "No sabíamos con quién nos íbamos a reunir hasta unas horas antes. Todo lo que nos habían dicho es que nos presentásemos", escribió Sarah Bilal, de la ONG Proyecto por la Justicia de Pakistán, que trabaja con reos condenados a muerte, en el diario Dawn.
El sábado por la mañana la joven viajó en helicóptero a su ciudad natal de Mingora, en el norte de Pakistán, donde visitó su casa y se reunió con estudiantes de un instituto militar, acompañada por su familia y la ministra de Información, Marriyum Aurangzeb. La visita de unas pocas horas estuvo rodeada de fuertes medidas de seguridad, con policías y militares desplegados por la zona. (EFE).
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