Afirmó que reza con todos los que sufren por el terremoto de L´Aquila, para que en esta noche oscura aparezca la estrella de la esperanza, la del Resucitado´.
Benedicto XVI presidió este Viernes Santo en el Coliseo de Roma el Vía Crucis, en el que dijo que el rostro de Cristo se refleja en las personas humilladas y ofendidas, enfermas, solas, abandonadas y despreciadas y en el que reiteró su solidaridad con los afectados por el terremoto que ha sacudido Italia.
"Rezo con todos los que sufren por el terremoto de L"Aquila, rezo para que en esta noche oscura aparezca la estrella de la esperanza, la luz del Resucitado", afirmó el Papa.
Como en años anteriores y para no fatigarle más, el Papa no llevó la cruz durante las catorce estaciones, presidiendo la ceremonia desde la colina del Palatino, frente al Coliseo, donde pronunció un discurso en el que subrayó que Cristo ha cambiado el mundo "no matando a otros, sino dejando que lo mataran clavado en una cruz".
"Cristo murió en la cruz por amor", afirmó el anciano Pontífice, que añadió que el rostro del "Varón de Dolores que cargó sobre sí todas las angustias mortales" se refleja hoy día "en el de cada persona humillada y ofendida, enferma o que sufre, sola, abandonada y despreciada".
Las meditaciones de las estaciones fueron escritas por el arzobispo indio Thomas Menamparampil, quien denunció en las mismas las persecuciones contra los cristianos, la desacralizacion de la vida pública, la opresión de la mujer y los numerosos "pilatos" que sigue habiendo en el mundo.
En unos bellos textos, el arzobispo escribió que allí donde las mujeres son tenidas en escasa consideración o su papel disminuido, las sociedades no logran avanzar y alcanzar su auténtica potencialidad.
"Donde las mujeres son marginadas, ignoradas u olvidadas, el futuro es incierto", destacó en la meditación sobre la novena estación, dedicada a "Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén".
Menamparampil manifestó que también en estos tiempos sigue habiendo mártires de la Iglesia, personas perseguidas, como ha ocurrido en los últimos tiempos en el estado indio de Orisa, donde han sido asesinados algunos cristianos sólo por el mero hecho de serlo.
El prelado denunció los conflictos entre grupos étnicos o religiosos, naciones, intereses económicos y políticos y subrayó que el enfrentamiento y la violencia no son la respuesta, sino que ésta está en el amor, la persuasión y la reconciliación.
Abogó para que la avaricia, la concupiscencia o el orgullo no se apoderen del hombre y recordando al Mahatma Gandhi, del que dijo siguió enseñanzas de Jesús, exhortó al hombre a la "no violencia".
Echando mano a la figura de Pilatos, Menamparampil dijo que en la sociedad actual hay muchos "pilatos" que se lavan las manos y toman decisiones "por oportunismo".
"También hoy somos testigos de violencias, homicidios, violencia sobre las mujeres y niños, secuestros, extorsiones, conflictos étnicos, torturas físicas y mentales, violación de los derechos humanos. Jesús sigue sufriendo cuando los creyentes son perseguidos, cuando la justicia es administrada de manera distorsionada en los tribunales, cuando la corrupción es radicada, las minorías eliminadas y los refugiados maltratados", escribió.
El prelado indio denunció que en la vida pública actual todo corre el riesgo de ser desacralizado: las personas, los lugares, las plegarias, las palabras, los escritos sagrados, las fórmulas religiosas, los símbolos y las ceremonias.
"La vida social está cada vez está más secularizada y lo sagrado cancelado y así vemos que los temas más importantes son colocados entre la inercia y la mediocridad ensalzada", señaló.
El religioso pidió a Dios que apoye a los pobres, a los menos privilegiados, los marginados, los chabolistas, los hambrientos, los intocables y los discapacitados. El arzobispo puso como ejemplo a la Madre Teresa de Calcuta.
El Vía Crucis discurrió por el interior del Coliseo -el famoso anfiteatro Flavio, que recuerda los sufrimientos de los primeros cristiano.
El cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, llevó la Cruz en la primera y décimo cuarta estación.
El símbolo de los cristianos fue portado en las otras estaciones por un joven discapacitado, ayudado por un médico de la Orden de Malta; una familia romana, un enfermo acompañado de un camillero y una monja; una muchacha asiática y dos monjas indias, dos jóvenes de Burkina Faso, y dos frailes de la Custodia de Tierra Santa.
El Vía Crucis del Coliseo fue instaurado en 1741 por orden del papa Benedicto XIV. Tras decenas de años de olvido, en 1925 volvió a celebrarse y en 1964 el papa Pablo VI acudió al anfiteatro para presidirlo. Desde entonces, todos los años acude el sucesor de Pedro.
-EFE
"Rezo con todos los que sufren por el terremoto de L"Aquila, rezo para que en esta noche oscura aparezca la estrella de la esperanza, la luz del Resucitado", afirmó el Papa.
Como en años anteriores y para no fatigarle más, el Papa no llevó la cruz durante las catorce estaciones, presidiendo la ceremonia desde la colina del Palatino, frente al Coliseo, donde pronunció un discurso en el que subrayó que Cristo ha cambiado el mundo "no matando a otros, sino dejando que lo mataran clavado en una cruz".
"Cristo murió en la cruz por amor", afirmó el anciano Pontífice, que añadió que el rostro del "Varón de Dolores que cargó sobre sí todas las angustias mortales" se refleja hoy día "en el de cada persona humillada y ofendida, enferma o que sufre, sola, abandonada y despreciada".
Las meditaciones de las estaciones fueron escritas por el arzobispo indio Thomas Menamparampil, quien denunció en las mismas las persecuciones contra los cristianos, la desacralizacion de la vida pública, la opresión de la mujer y los numerosos "pilatos" que sigue habiendo en el mundo.
En unos bellos textos, el arzobispo escribió que allí donde las mujeres son tenidas en escasa consideración o su papel disminuido, las sociedades no logran avanzar y alcanzar su auténtica potencialidad.
"Donde las mujeres son marginadas, ignoradas u olvidadas, el futuro es incierto", destacó en la meditación sobre la novena estación, dedicada a "Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén".
Menamparampil manifestó que también en estos tiempos sigue habiendo mártires de la Iglesia, personas perseguidas, como ha ocurrido en los últimos tiempos en el estado indio de Orisa, donde han sido asesinados algunos cristianos sólo por el mero hecho de serlo.
El prelado denunció los conflictos entre grupos étnicos o religiosos, naciones, intereses económicos y políticos y subrayó que el enfrentamiento y la violencia no son la respuesta, sino que ésta está en el amor, la persuasión y la reconciliación.
Abogó para que la avaricia, la concupiscencia o el orgullo no se apoderen del hombre y recordando al Mahatma Gandhi, del que dijo siguió enseñanzas de Jesús, exhortó al hombre a la "no violencia".
Echando mano a la figura de Pilatos, Menamparampil dijo que en la sociedad actual hay muchos "pilatos" que se lavan las manos y toman decisiones "por oportunismo".
"También hoy somos testigos de violencias, homicidios, violencia sobre las mujeres y niños, secuestros, extorsiones, conflictos étnicos, torturas físicas y mentales, violación de los derechos humanos. Jesús sigue sufriendo cuando los creyentes son perseguidos, cuando la justicia es administrada de manera distorsionada en los tribunales, cuando la corrupción es radicada, las minorías eliminadas y los refugiados maltratados", escribió.
El prelado indio denunció que en la vida pública actual todo corre el riesgo de ser desacralizado: las personas, los lugares, las plegarias, las palabras, los escritos sagrados, las fórmulas religiosas, los símbolos y las ceremonias.
"La vida social está cada vez está más secularizada y lo sagrado cancelado y así vemos que los temas más importantes son colocados entre la inercia y la mediocridad ensalzada", señaló.
El religioso pidió a Dios que apoye a los pobres, a los menos privilegiados, los marginados, los chabolistas, los hambrientos, los intocables y los discapacitados. El arzobispo puso como ejemplo a la Madre Teresa de Calcuta.
El Vía Crucis discurrió por el interior del Coliseo -el famoso anfiteatro Flavio, que recuerda los sufrimientos de los primeros cristiano.
El cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, llevó la Cruz en la primera y décimo cuarta estación.
El símbolo de los cristianos fue portado en las otras estaciones por un joven discapacitado, ayudado por un médico de la Orden de Malta; una familia romana, un enfermo acompañado de un camillero y una monja; una muchacha asiática y dos monjas indias, dos jóvenes de Burkina Faso, y dos frailes de la Custodia de Tierra Santa.
El Vía Crucis del Coliseo fue instaurado en 1741 por orden del papa Benedicto XIV. Tras decenas de años de olvido, en 1925 volvió a celebrarse y en 1964 el papa Pablo VI acudió al anfiteatro para presidirlo. Desde entonces, todos los años acude el sucesor de Pedro.
-EFE
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