Los rebeldes han visto interrumpido su avance hacia Sirte, ciudad natal del líder libio, Muamar Gadafi, debido a la dura resistencia de las fuerzas gadafistas.
La jornada en el frente de Bani Walid, 150 kilómetros al sureste de Trípoli, transcurrió en una tensa calma que permitió a los rebeldes reorganizarse tras los duros combates de ayer y que únicamente fue rota por un ataque gadafista que dejó un saldo de seis heridos.
Mientras tanto, en Sirte, los hombres fieles al coronel Muamar El Gadafi continúan cediendo terreno ante el avance miliciano, aseguró a Efe una fuente rebelde, que indicó que ya controlaban totalmente la zona de Wadi Yarf y que seguían avanzando dentro de la ciudad, situada 450 kilómetros al este de Trípoli.
En Yitata, un puesto en la retaguardia de Bani Walid, donde la espesa y calurosa calma sólo fue rota a media tarde por las sirenas de las ambulancias y los claxon de varios coches que trasladaban a seis heridos, uno de ellos en estado grave, un guerrillero aseguraba abriendo exageradamente los ojos que iban a traer refuerzos: "tanques y cohetes Grad de Garian para entrar en la ciudad".
El ataque frustrado de ayer, viernes, para tomar Bani Walid dejó seis rebeldes muertos y 56 heridos, indicó a Efe el conductor de ambulancia Radwan Saleh, que hablaba mientras caminaba nervioso junto a la puerta abierta de su vehículo de primeros auxilios.
Según algunos, en la ofensiva del viernes, en las que los rebeldes tuvieron que replegarse ante la resistencia gadafista, no todo fueron pérdidas.
Akram Abulmeda dice que fue arrestado el chófer del hijo de Gadafi, Saif al Islam (quien se perfilaba como el "heredero" del coronel en el poder), lo que, en su opinión, indica que se encuentra en esa población del desierto.
Sin embargo esta afirmación, como la de que también hay algún hijo de Gadafi en Sirte, no ha sido confirmada oficialmente por ninguna de las partes.
Abulmeda habla desde un campamento improvisado en un almacén de grano, en el que Husein Mohamed al Gazar, vestido con un chaleco antibalas negro sobre una camiseta interior blanca, se presenta como responsable de campo y explica su funcionamiento.
Este puesto, situado a unos 15 kilómetros de Bani Walid, alberga a 150 brigadistas de Tayura. Cambian ruedas, revisan motores, recargan ametralladoras, ponen a punto vehículos dañados o se toman un descanso que utilizan para comer, rezar o simplemente echarse un cigarro.
La calma reina en un día en el que el calor se impone una vez más. Sin embargo, nadie descarta una ofensiva o un nuevo ataque, hoy o mañana.
"Ya ha pasado otras veces, dicen que hay tregua, que hay negociaciones, pero siempre pasa algo", aseguró el miliciano Hisham Mustafa Ibrahim, pocas horas antes de que unos cohetes Grad lanzados por gadafistas cayeran sobre un puesto miliciano situado entre los silos y Bani Walid.
Al Gazar, además, comenta que las tropas están aprovechando el día para reorganizarse. Nadie se esperaba la resistencia gadafista y, mas aún, nadie se la explica.
Unos dicen que no tienen luz ni información de lo que pasa fuera, otros que los que luchan y la gente del pueblo creen que Trípoli aún no ha caído.
El imán del campamento de los silos, Ali Tabib, tiene su propia versión: "Muamar nos ha criado como animales, les dicen que coman y comen, les dicen que beban y beben y si hoy no hay comida, pues no la hay. Han sido cuarenta años sin ciencia".
No obstante, después de pensarlo unos momentos, Tabib que va vestido con una inmaculada chilaba blanca y un gorro del mismo color que contrastan con la oscuridad de una piel quemada por el sol y una larga barba negra en la que asoman algunas canas, mira a los ojos de su interlocutor y confiesa que realmente tampoco lo sabe.
"Están cercados por todos los lados, son conscientes de que podríamos cortarles la luz y el agua, pero siguen luchando. No sé por qué, quizá porque sólo creen en Gadafi", dijo el imán encargado de alimentar el alma de los creyentes milicianos.
A pesar del odio que los guerrilleros profesan por Gadafi y los gadafistas, Tabib asegura que en sus sermones insiste en que en Libia no hay vencedores ni vencidos.
"Todo el que dice Dios es grande es un vencedor", subraya el religioso mientras dos milicianos sentados junto a él repiten a coro, casi como un acto reflejo, "Dios es grande".
Tabib comenta la importancia de explicar ciertas cuestiones a los hombres armados, porque, según relata, en "el combate se sienten fuertes y a veces sus acciones pueden ser irracionales".
"Les hablo en contra de la corrupción, en contra de la destrucción, en definitiva, de los principios del islam, porque nadie está por encima de nadie, porque todos somos libios", concluyó el jeque con una sonrisa afable antes de encomendarse a Dios para lograr la victoria final.
EFE
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