Anastasiia Kudlenko, SOAS, University of London
Cuando Ucrania supo el pasado 2 de abril que toda la región de Kiev había sido liberada de las tropas rusas, apenas hubo júbilo debido sobre todo a las horripilantes pruebas de los crímenes de guerra dejados por la fuerza de ocupación en lo que antes eran suburbios acomodados de la capital ucraniana. Los horrores descubiertos en Bucha, Irpin y Hostomel tras un mes de invasión tienen el potencial de cambiar la percepción de la guerra, no solo a nivel nacional, sino también entre la comunidad internacional.
Como investigadora de la seguridad europea centrada en Europa del Este y en el papel de la UE, he identificado tres ideas importantes que están empezando a tomar forma a raíz de estas revelaciones.
La primera es que esta es la guerra de Rusia. La obsesión de Vladimir Putin por Ucrania, que ha sido bien documentada en los medios de comunicación durante los últimos 20 años, y su airada diatriba en la víspera de la invasión hicieron que fuera fácil echarle toda la culpa a él. La etiqueta “la guerra de Putin” ha sido utilizada tanto por la prensa mundial como en Ucrania.
Pero las pruebas de las atrocidades que dejaron los soldados rusos en su huida hacen que esta idea ya no sea sostenible.
Tras ser expulsados de la región de Kiev, sabemos que los soldados rusos han dejado fosas comunes y cadáveres de civiles con las manos atadas a la espalda y disparos en la cabeza. También hay informes de cuerpos femeninos desnudos que habían sido violados y parcialmente quemados, y cuerpos mutilados de niños.
También parece que Putin sigue teniendo un fuerte apoyo entre los rusos de a pie, la mayoría de los cuales tienen como fuente de información sobre la guerra a medios de comunicación controlados por el Estado. Los relatos anecdóticos relatan que muchos rusos se niegan a creer que Rusia esté librando una guerra a gran escala en Ucrania a pesar de los testimonios de sus familiares y amigos en Ucrania. Y el índice de aprobación nacional de Putin alcanzó recientemente el 83%.
A finales de marzo, el empresario ruso exiliado Mikhail Jodorkovski escribió que la sociedad rusa corre el riesgo de convertirse en cómplice de “las ideas y los crímenes fascistas del Kremlin”. Bucha sugiere que el ejército ruso ya ha cruzado ese umbral.
La segunda idea es que para Ucrania se trata de una guerra por la supervivencia. La masacre de Bucha y las tácticas empleadas por el ejército ruso en toda Ucrania demuestran que Rusia parece decidida a destruir el país y a su pueblo.
Rusia ha bombardeado barrios residenciales sin infraestructura militar y, al parecer, ha recurrido al uso de bombas de racimo ilegales en el Donbás. También ha atacado granjas, refinerías de petróleo e instalaciones de almacenamiento de alimentos, interrumpiendo la temporada de siembra para crear condiciones invivibles y llevar la hambruna a Ucrania, antes conocida como “el granero del mundo”.
Teniendo esto en cuenta, la tercera constatación importante que está ganando más adeptos –especialmente después de Bucha– es que el resultado de esta guerra se determinará en el campo de batalla.
Aunque es necesario continuar con las negociaciones, al menos para garantizar el paso seguro de la ayuda humanitaria y los corredores
para las evacuaciones, congelar el conflicto en esta fase no resolvería nada y solo daría a Rusia más tiempo para reorganizarse.
Qué hacer a partir de ahora
En una reciente carta abierta de 96 expertos en Europa del Este se pide a la UE que adopte un enfoque mucho más enérgico contra Rusia.
Según la carta, las políticas anteriores del bloque han fracasado porque se han basado en la falsa esperanza de que las ambiciones neoimperiales de Rusia podrían contenerse mediante la diplomacia y el comercio. Pero sus actividades militares en Moldavia desde 1992, en Georgia desde 2008 y en Ucrania desde 2014 ya habían demostrado lo limitado de ese enfoque.
Las relaciones internacionales en el período posterior a la guerra fría han sido inciertas e imposibles de predecir. Para prosperar en el mundo moderno, los actores internacionales deben desarrollar flexibilidad, estar preparados para improvisar y remodelar. Esto se ha denominado “poder proteico”.
Dado que el enfoque anterior hacia Rusia ha fracasado, es primordial que la UE y otros amigos de Ucrania prueben nuevos enfoques y estén preparados para cambiarlos cuando se vea que no funcionan o no funcionan con la suficiente rapidez. Así, los anteriores paquetes de sanciones aplicados por la UE y otros actores occidentales funcionan de forma incremental: necesitan tiempo para surtir efecto, un tiempo que Ucrania y su población no tienen.
Como enfoque alternativo, se pueden tomar medidas más rápidas y contundentes. En la práctica, esto podría significar no sólo un aumento de las sanciones contra Rusia, sino también un mayor apoyo económico y militar a Ucrania. El objetivo principal de unas sanciones más duras –incluyendo un embargo completo de petróleo, gas y carbón– es la interrupción de la maquinaria bélica de Rusia, pero también podría llevar al debilitamiento de la posición de Putin en casa.
Por supuesto, es imposible garantizar que esto último ocurra, y muchos países de la UE son reacios a la idea de un régimen de sanciones más estricto que imponga fuertes costes económicos a sus propias poblaciones. Pero teniendo en cuenta el coste que está pagando Ucrania por una guerra que ni empezó ni quería –con muchas vidas que se pierden cada día–, será más difícil para Occidente seguir resistiéndose a medidas más duras.
También es hora de reconocer que la seguridad mundial sigue estando amenazada mientras Putin siga en el Kremlin. La exfiscal de la ONU, Carla Del Ponte, ha pedido que se emita una orden de detención. El presidente estadounidense, Joe Biden, ha calificado a Putin de criminal de guerra que debe enfrentarse a la justicia.
Podría decirse que solo hay una vía por la que se puede lograr este resultado y es que Ucrania obtenga una victoria militar. Por ello, Occidente, que no está dispuesto a implicarse directamente en la guerra, debería considerar la posibilidad de apoyar a Ucrania con un suministro de armas más rápido y mejor, incluyendo aviones de combate y sistemas de misiles antiaéreos de medio y largo alcance.
Es hora de que los amigos de Ucrania actúen con Ucrania en lugar de limitarse a “estar con los ucranianos”.
Como decía la carta de los expertos:
“Deben tomarse todas las medidas posibles, sin llegar a una confrontación militar directa con Rusia, para castigar, contener y, finalmente, poner fin a la agresión de Rusia contra Ucrania”.
Esto es imperativo si Occidente no quiere que otro genocidio evitable se convierta en una mancha en su conciencia.
Anastasiia Kudlenko, ERC Project Coordinator, SOAS, University of London
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.