Una investigación en base al Paranthropus boisei y un grupo no relacionado de mamíferos brinda algunas respuestas sobre la alimentación de los primeros homínidos.
La respuesta al enigma sobre lo que nuestros primeros antepasados, los homínidos, comieron para sobrevivir puede estar en un grupo no relacionado de grandes mamíferos herbívoros: los tapires.
Algunas especies de tapires tienen grandes crestas sagitales (crestas óseas en la parte superior de sus cráneos donde se unen los músculos de la mandíbula), que son similares a ciertos homínidos.
Un equipo de investigadores liderado por Larisa DeSantis - paleontóloga y profesora asociada de ciencias biológicas en la Universidad Vanderbilt- utilizó el análisis de elementos finitos y el análisis de la textura del microhielo dental, métodos típicamente utilizados por los ingenieros, para evaluar el estrés y la tensión que la masticación de una variedad de texturas alimentarias refleja en diferentes estructuras del cráneo.
"A veces hay que pensar completamente fuera de la caja y repensar las relaciones entre la forma y la función del cráneo", dijo DeSantis.
"Nuestra investigación tuvo como objetivo examinar si las grandes crestas sagitales de los tapires son necesarias para comer alimentos duros o tienen otras funciones. Descubrimos que las crestas sagitales permitían masticar de forma prolongada alimentos duros como las hojas, y no están presentes en las especies de tapires que comen los alimentos más duros".
Este estudio tiene implicaciones importantes para reevaluar las relaciones entre forma y función en mamíferos. Reafirma la importancia de revisar un amplio espectro de organismos al buscar pistas sobre el comportamiento de los animales extintos.
La investigación se basa en el análisis publicado de Paranthropus boisei, un homínido temprano a menudo denominado "hombre cascanueces".
Se pensaba que nuestros parientes antiguos masticaban y comían alimentos duros en función de su forma de cráneo especializada, pero una mirada microscópica a las texturas de los dientes y las firmas químicas en los dientes indica que P. boisei no comía alimentos duros como nueces, sino alimentos blandos o duros como hierbas o hojas y tallos fuertes y fibrosos.
"En paleobiología, nunca sabemos de dónde vendrán nuestros próximos conocimientos", dijo en un comunicado Mark Teaford, vicepresidente del Departamento de Ciencias Básicas de la Universidad Touro y autor del análisis antes mencionado de P. boisei.
"Este estudio es un caso perfecto. Al utilizar técnicas de vanguardia pero mirando fuera del elenco habitual de personajes como modelos para los primeros antepasados humanos, reafirma algunas ideas y proporciona nuevas perspectivas también".
(Con información de Europa Press)
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