Si el mindfulness (atención plena) nos anima a que focalicemos nuestra atención y nuestros pensamientos en el momento presente, centrando todos nuestros sentidos en lo que estamos haciendo, viviendo el aquí y el ahora, el mind wandering sería, en cierto modo, justo lo contrario.
¡Spoiler!, dentro de un par de párrafos va a pensar esta frase:
—¡Ah, claro! ¡Eso a mí me pasa mucho! ¡No sabía que se llamaba así!
A ver, no es que yo sea el Anthony Blake de la investigación, sino que –hasta que la evidencia empírica demuestre lo contrario– usted, yo y la persona que tiene al lado compartimos más cosas de las que creemos. Incluso si, por algún motivo, la persona que tiene al lado es efectivamente Anthony Blake.
Y una de ellas es que todos hacemos mind wandering. No, no es la última moda en ejercicio físico, ni una receta realfooder. Es una de esas cosas universales, que todos hacemos (o nos pasan) pero que no sabemos etiquetar hasta que alguien nos dice cómo se llama. Pero tranquilícese (tono de superhéroe): he venido a solucionar ese problema (fin del tono de superhéroe).
Vale, si no es una marca de camisetas, entonces, ¿qué es eso del mind wandering? Tal vez facilite las cosas ocuparse primero del fenómeno opuesto, como si quisiéramos definir la oscuridad como la ausencia de luz.
Muchas personas han oído hablar, están familiarizadas, o incluso practican mindfulness. Bien, aunque la definición que vamos a dar quizá no es la más académica, a nosotros nos gusta considerar el mind wandering como el hermano ‘malvado’ del mindfulness. Como si fueran dos caras de una misma moneda.
Mind wandering, la otra cara de la moneda del mindfulness
Así, si el mindfulness (atención plena) nos anima a que focalicemos nuestra atención y nuestros pensamientos en el momento presente, centrando todos nuestros sentidos en lo que estamos haciendo, viviendo el aquí y el ahora, el mind wandering sería, en cierto modo, justo lo contrario.
En este caso, ante situaciones que tenemos muy automatizadas o que no requieren que pongamos especial atención porque son relativamente sencillas o habituales para nosotros (como lavar los platos, caminar, ducharnos o conducir), es probable y habitual que nuestra mente desconecte de lo que estamos haciendo y se ponga a trabajar en segundo plano.
¿En qué trabaja? ¿Pagan horas extra por ello? No. La verdad es que solemos pensar en cosas por hacer, recordando, fantaseando, planificando, pensando en alguien, buscando una solución creativa para algo, etc. Es decir, divagando mentalmente sobre lo más diverso, enlazando un tema con otro constantemente mientras nuestro cuerpo está en modo piloto automático.
Es como si en nuestra cabeza viviera un mono y los temas fueran diferentes lianas con las que se entretiene, pasando de una a otra, a veces, a gran velocidad. Bien, ¡pues eso es el mind wandering!
—¡Ah, claro, eso! ¡A mí me pasa mucho! ¡No sabía que se llamaba así!
¿Ve como iba a pensar eso? ¡Lo sabíamos! ¿Somos buenos o no? En realidad, hay truco: algunos estudios han sugerido que los humanos pasamos más del 50 % de nuestro tiempo consciente haciendo mind wandering.
¿Una estrategia para desconectar o un enemigo de la concentración?
Ahora bien, hay dos tipos de mind wandering:
El que ponemos en marcha aposta y voluntariamente (lo llamaremos mind wandering deliberado).
El que se enciende sin querer, sin que nosotros le demos al botoncito de empezar (le llamaremos mind wandering espontáneo).
Si bien el primero de ellos se ha asociado a aspectos positivos (como una mayor capacidad de planificación, resolución de problemas o mayor creatividad), el problema puede surgir con el segundo tipo: cuando el mind wandering se pone en marcha sin que nosotros queramos, a veces sin ser conscientes de ello hasta que no ha pasado un buen rato e interfiriendo con lo que estamos haciendo ese momento.
¿A quién no le ha pasado estar leyendo un libro o unos apuntes y, tras un buen rato, se ha dado cuenta de que lleva en el mismo párrafo demasiado tiempo y aún así no sabe qué ha leído?
Probablemente, estábamos en un episodio de mind wandering espontáneo (e inconsciente) y nuestra mente estaba de excursión (y, lo peor de todo, no nos ha traído ningún souvenir).
Si estamos leyendo un libro por ocio, eso no es un grave problema. Pero si lo que estamos intentando es cuadrar la declaración de la renta y no prestamos atención porque nuestra cabeza está pensando en aquella vez que comimos un helado buenísimo… bueno, eso es menos aconsejable. Por lo que sea.
Mind wandering y ansiedad: ¿amigos con derecho a roce?
Un excesivo mind wandering espontáneo se ha asociado en recientes investigaciones a mayores niveles de tristeza y ansiedad, a un peor rendimiento en tareas que requieren atención, etc.
De hecho, se ha propuesto que podría ser uno de los factores más importantes para entender el trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Pero, un momento, paremos la cinta. ¿Eso significa indefectiblemente que si yo tengo una mayor tendencia a experimentar mind wandering espontáneo voy a tener ansiedad y depresión sí o sí? La respuesta es claramente no… pero algo hay.
Y eso nos lleva a las siguientes preguntas: ¿Qué es lo que hace que una persona tienda más al mind wandering ‘sin querer’ que otra? ¿Por qué hay personas que pueden manejarlo mejor? ¿Cómo se asocia exactamente con la sintomatología ansiosa y depresiva? ¿Hace que nuestra atención empeore o precisamente lo hacemos porque nuestra capacidad de atención no es gran cosa? ¿Cómo se relaciona con el estrés nuestro de cada día? ¿Puede ser un aspecto común en la mayoría de los trastornos emocionales y aún no lo sabemos?
Todas esas preguntas son las que tratamos de responder mediante nuestro estudio Detección de Estrés y Pensamientos Espontáneos mediante Tecnología Clinicovery, en estrecha colaboración con la Universidad de las Islas Baleares (UIB).
Además de haber adaptado el primer cuestionario de mind wandering para adultos en castellano, estamos haciendo uso de las nuevas tecnologías, la aplicación Clinicovery, para evaluar este fenómeno en el día a día de nuestros participantes.
Para acabar de rizar el rizo, estamos validando un algoritmo matemático (una cosa con muchas letras y números) que dice ser capaz de detectar estrés a partir de la actividad cardíaca de las personas para, posteriormente, relacionarlo con la tendencia al mind wandering.
¿Vamos a obtener respuestas a todas nuestras preguntas? No lo sabemos. Pero no podemos evitar hacer mind wandering ‘aposta’ imaginando que sí.
Alfonso Morillas Romero, Investigador postdoctoral/ Profesor Asociado de Psicología, Universitat de les Illes Balears
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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