Algunas evidencias históricas abren un debate que fue propuesto por The Conversation, a propósito de la Semana Santa.
(Agencia N+1 / Daniel Meza) La crucifixión, el evento más importante e icónico del Cristianismo, que representa la pasión de Jesús de Nazaret durante su castigo a manos de los romanos, se conmemora hoy, en el Viernes Santo, de acuerdo al calendario cristiano. Pero acaso por costumbre, o efectos de ver a la imagen de la cruz de Jesús tantas veces en nuestras vidas, nos ha hecho olvidar qué fue realmente la crucifixión y si es que realmente fue como es representada en las manifestaciones artísticas o películas referidas a estos sucesos.
Un poco de historia. La crucifixión, pues, fue un método antiguo de escarmiento usado en el Imperio Romano hasta el año 337. El infortunado que tenía que pasar por esto era suspendido en una cruz inmensa (ya sea de madera, improvisada en árboles o en una pared) generalmente desnudo y dejado allí, donde eventualmente moriría por asfixia o cansancio. El padecimiento era largo y doloroso. La crucifixión es generalmente asociada a los romanos, aunque también era usado por civilizaciones vecinas mediterráneas y en el antiguo imperio persa.
El fin de este aparatoso ritual era humillar públicamente a criminales, y no necesariamente matarlos. Si los romanos querían matar, lo podían hacer de varias formas, por ejemplo, cortando cabezas. La crucifixión era para casos especiales. Uno de ellos era el ser un esclavo fugitivo que además había matado a alguno de sus centinelas, a modo de demostrar otros prisioneros que huir no era la mejor opción. El otro motivo, y este quizás es aun más grave, era cometer un crimen contra el estado. Esta fue la razón, según los evangelios, que propició la crucifixión de Jesús. El proclamado Rey de los Judíos desafiaba la supremacía de la Roma Imperial.
La controversia. La discusión, planteada por The Conversation, empieza aquí. ¿Fueron las muñecas de Jesús atravesadas por clavos? La tradición cristiana, al menos, dan por sentado que fue así. En ella, se debate si es que los clavos fueron puestos al medio de sus manos o si en verdad franquearon sus muñecas. El conflicto aquí es que los romanos no siempre “clavaban” a sus víctimas en sus cruces; en lugar de ello, era más común que las ataran a los maderos con cuerdas. De hecho, la única evidencia arqueológica de una víctima “clavada” en la cruz es un hueso de tobillo hallado en la tumba de Yehohanan, un hombre ejecutado en el siglo I.
Los recuentos son más que interesantes: algunos Evangelios, como el texto apócrifo de Tomás, no incluye narrativa sobre la crucifixión de Jesús, enfocándose primordialmente en sus enseñanzas. Los cuatro Evangelios canónicos (los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan), por otro lado, si coinciden en que Jesús fue crucificado. Ni uno de ellos, curiosamente, especifica si este fue atado o clavado en la cruz. Solamente el Evangelio de Juan reporta cicatrices en el “resucitado”.
Las evidencias. Este pasaje es, así, el causante de la abrumadora cantidad de imágenes que, tradicionalmente, presentan a Jesús con los brazos y pies atravesados por clavos en la cruz, y con hoyos una vez descendido o en sus apariciones cuando “resucitado”, en lugar de mostrarlo simplemente atado con cuerdas a los maderos. En lo que respecta al Evangelio de Pedro, otro texto “no divino”, describe cómo a Jesús, después de morir, se le retiraron clavos de sus manos. Se le atribuye incluso un comportamiento humano a la propia cruz, al responder con su propia voz a una pregunta de Dios. Este último evento fantástico habla mucho de la fe y tradicionalismo que el autor empleaba para producir sus escritos.
En los últimos años, algunas personas han asegurado haber hallado los clavos con los que Jesús fue crucificado para ser, posteriormente, desmentidas por eruditos bíblicos y arqueólogos que no encontraron evidencia suficiente para asegurar que estos lo sean. Entonces, ¿de qué clavos estamos hablando?
Finalmente, queda remitirse a los registros gráficos de la época sobre la crucifixión. Pasó, comprensiblemente, un tiempo para que la cristiandad adoptase esta degradante tortura como un ícono de su fe —siendo esta una forma de humillar y castigar a un reo. Quienes sí quisieron registrar la crucifixión a poco tiempo fueron lógicamente personas ajenas a los seguidores de Jesús, quienes más bien se mofaron del evento trazando a un hombre con cabeza de burro en la cruz. Sería la caracterización más antigua de la crucifixión del nazareno.
Pero esta piedra preciosa, hecha en algún momento entre los siglos II o III también representa a Jesús crucificado, siendo otra de las primeras representaciones del crucial momento. Los brazos parecen colgar atados a la cruz, mientras que las piernas abiertas parecieran también colgar.
Otra piedra preciosa, una cornalina tallada, provee otra imagen rodeada de un anillo. Hecha aparentemente en el siglo IV, las manos de Jesús no parecen estar clavadas a la cruz; más bien caen naturalmente como si estas hubiesen sido atadas por las muñecas.
La conclusión, tomando en cuenta que tanto las antigüedades como los textos referidos a la crucifixión no responden claramente si es que Jesús fue clavado o atado, es que la noción de “los clavos” en la cultura popular responden únicamente a la tradición, mas no a las pruebas fidedignas.
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