Amnistía Internacional (AI) señala en un informe especialmente a Mozambique, Sudáfrica y Zimbabue por no haber tenido en cuenta los servicios de apoyo contra la violencia de género al diseñar sus medidas de control de la expansión del coronavirus.
La violencia de género aumentó de forma aguda en el sur de África durante los confinamientos ordenados para luchar contra la COVID-19, convirtiendo muchos hogares en lugares de crueldad, agresiones y violaciones para muchas mujeres atrapadas, según denunció este martes Amnistía Internacional (AI).
"Es escandaloso que, para muchas en el sur de África, el lugar más peligroso durante la pandemia, siendo mujer o niña, sea el hogar. Es simplemente inexcusable", afirmó la directora de AI para el este y el sur de África, Deprose Muchena, en un comunicado de presentación del informe "Tratadas como muebles: violencia de género y respuesta contra la COVID-19 en el Sur de África".
La organización internacional defensora de los derechos humanos señala especialmente a Mozambique, Sudáfrica y Zimbabue por no haber tenido en cuenta los servicios de apoyo contra la violencia de género al diseñar sus medidas de control de la expansión del coronavirus.
Aunque sin estadísticas exactas, los problemas constatados por AI incluyen crímenes de violencia de género como asesinatos, palizas y violaciones, pero también barreras extra de acceso a la justicia y al apoyo para supervivientes.
"Las medidas de confinamiento implicaron que las mujeres no podían escapar de sus parejas abusivas o dejar sus hogares en busca de protección. A lo largo de todo el sur de África, las mujeres que sufrieron violencia de género sufrieron para reportar los abusos porque las organizaciones para dar protección y apoyo no se veían como un 'servicio esencial'", critica Muchena en el texto.
De acuerdo a los hallazgos de AI, los "estereotipos de género dañinos incrustados en las normas sociales y culturales, que sugieren que las mujeres deben siempre someterse al hombre o un hombre que pega a su mujer lo hace porque la quiere", se revelaron especialmente perjudiciales en el contexto de los confinamientos.
La pandemia magnificó, además, problemas estructurales preexistentes que complican la lucha contra la violencia machista tales como la pobreza, la desigualdad, el desempleo, la criminalidad general o los fallos sistémicos de los sistemas de justicia.
Los estigmas sociales para la víctima a la hora de denunciar, por ejemplo en el caso de las agresiones sexuales, o la dependencia financiera de los agresores, complican aún más ese contexto.
En países como Sudáfrica, que además impuso un confinamiento especialmente duro y largo para combatir su primera gran ola de contagios de COVID-19 (entre finales de marzo y julio, con cierta flexibilización progresiva), las víctimas se enfrentan también al descrédito frecuente por parte de las fuerzas de seguridad, que tratan muchas veces sus denuncias como simples problemas familiares.
De entre los países de la región, sólo Zambia registró un decrecimiento de la violencia de género durante su confinamiento, atendiendo a las estadísticas policiales (un 10 % menos de incidentes que el año anterior), pero según Amnistía, estas cifras pueden reflejar, en realidad, que las mujeres no podían llamar para pedir ayuda en lugar de una bajada real de los casos.
"Los líderes de la Comunidad para el Desarrollo de África Meridional (SADC, un bloque de 16 países de esa región) deben asegurar la prevención y la protección de las mujeres frente a la violencia de género como una parte integral de las respuestas nacionales contra las pandemias y otras emergencias", reclamó Muchena.
(EFE)
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