Las celebraciones dan paso a siete días de vacaciones, el llamado Festival de Primavera, en la que millones de chinos se reencuentran con sus familias
Pekín y otras ciudades del norte de China recibieron hoy la llegada del Año del Gallo envueltas en una espesa nube de esmog, causado esta vez sobre todo por los fuegos artificiales y petardos que millones de chinos encienden como es tradicional para recibir el año nuevo y ahuyentar malos espíritus.
Como en años anteriores, la ciudad, que disfrutaba de cielos azules en la víspera de la celebración gracias al cierre de fábricas y la disminución del tráfico, vio como los niveles de contaminantes subían rápidamente hacia la medianoche, el momento en el que el encendido de artefactos pirotécnicos es mayor, y se prolongaban durante la mañana del sábado.
Hacia las 2 de la madrugada hora local el nivel de partículas contaminantes en el aire pequinés superaba los 680 microgramos por metro cúbico, un nivel considerado peligroso, y aunque en la mañana del sábado descendió a 271, sigue siendo nocivo para la salud y envuelve a la capital en una neblina.
Las autoridades y los meteorólogos ya habían advertido a la ciudadanía que un excesivo uso de fuegos artificiales podría producir contaminación, debido a condiciones climáticas adversas, por lo que se había conminado a que se encendieran menos petardos que en años pasados, algo que pocos han cumplido.
El Año Nuevo es una época de reunión familiar en China, y esto implica que millones de personas vuelvan a sus ciudades de origen: las autoridades estimaron casi 3.000 millones de viajes en el conocido como "Festival de la Primavera", el período de 40 días que arrancó el 13 de enero y terminará el 21 de febrero. Las celebraciones dan paso a siete días de vacaciones para la mayor parte de los chinos, el llamado Festival de Primavera, marcado por un éxodo masivo de cientos de millones de personas a sus pueblos natales para reunirse con sus familias y celebrar banquetes. (EFE)
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