Casas de tortura y descuartizamiento, explotación sexual de menores e indigentes adictos a las drogas era lo común en este sector que ya fue desalojado por la Policía.
A solo unas cuadras de la Presidencia de Colombia se extendía hasta el pasado sábado un territorio sin ley donde imperaba la barbarie ejercida por temibles bandas criminales dedicadas a la venta de drogas y que cometían desde secuestros hasta descuartizamientos, entre otros delitos.
Conforme avanzan las investigaciones y se van conociendo las historias de lo que acontecía desde hace años en "El Bronx", como se conoce a las dos calles en forma de "L" ubicadas en el centro de Bogotá, muy cerca también de la sede de la Policía Metropolitana, los colombianos se estremecen por el "infierno" que se había formado en el lugar.
En esas dos calles, coronadas por banderolas colgadas de lado a lado de la vía como un pueblo en fiestas, el Estado colombiano no existía. Las bandas habían montado su propia ley y el terror mandaba a su antojo.
Para poder entrar en esos escasos 500 metros cuadrados, 2.500 soldados y policías tuvieron que hacer una operación como si se encontrasen en una zona de combate en Irak.
Tras la operación policial alrededor de un centenar de menores que eran explotados sexualmente fueron rescatados y devueltos a sus familias.
Ahora Bogotá afronta otro reto: de "El Bronx" salió más de medio millar de indigentes, adictos la inmensa mayoría de ellos, que deambulan por las calles en busca de un lugar en el que recostarse mientras padecen el síndrome de abstinencia.