Un mariposario en la provincia amazónica de Rioja se ha convertido en una base de operaciones de la recuperación de varias especies de mariposas y de su medio ambiente.
Mariposas de todos los colores, tamaños y formas imaginables tienen su particular santuario en un rincón de la Amazonía de Perú, cuyos visitantes se deleitan con su belleza y descubren que la deforestación amenaza la riqueza natural del país con mayor número de especies de este colorido insecto.
Alrededor de 4.000 tipos de mariposas se pueden encontrar en Perú, y algunas de las más llamativas son criadas en el mariposario de Palestina, un pequeño y humilde caserío de la norteña de la provincia de Rioja, en región de San Martín, cuyos vecinos lo construyeron al percatarse de que las mariposas desaparecían a medida que se reducían los bosques.
"Las mariposas son un indicador natural de la calidad y estado de un ecosistema", dice presidenta de la Asociación de Desarrollo Sostenible Unidos por Palestina (Adesup), María Bustamante, cuya organización dedicada al turismo rural comunitario gestiona el mariposario y las visitas a una famosa cueva de la zona.
Recuperando colonias
El objetivo no es solo concientizar a los turistas de cuidar el medioambiente sino también repoblar de mariposas la región de San Martín, una de las más afectadas de Perú por la deforestación, al perder cada año unas 20.000 hectáreas de bosques amazónicos.
Al igual que Bustamante, los otros cuarenta miembros de la asociación aprendieron que cada especie tiene su planta hospedera, en la que nacen, se alimentan, crecen y forman su crisálida antes de transformarse en mariposas, la última etapa de sus vidas.
"Antes no teníamos consciencia y desforestábamos el monte o utilizábamos herbicidas que mataban las plantas hospederas de las mariposas. Una vez que comenzamos a cuidarlas, las mariposas comenzaron a reproducirse, y así estamos recuperando especies", dijo Bustamante.
Algunas especies
En el mariposario la reina es la mariposa búho (Caligo), característica por su tamaño, con alas que llegan a medir hasta quince centímetros, y su color marrón con manchas amarillas, que se asemejan al rostro de un búho, lo que ahuyenta a los depredadores.
Sin embargo, el objetivo de los gestores es contar con la morpho azul (Morpho menelaus), una de las más preciadas y valoradas por su belleza, inconfundible por su brillante y eléctrico azul en el reverso de sus alas y las manchas redondas del anverso.
No es fácil de encontrar porque es una de las que más escasean en la zona, y además su planta hospedera es la pata de vaca, también conocida como pezuña de buey (Bauhinia forficata), un árbol que alcanza hasta siete o más metros de altura, lo que les exige ampliar las instalaciones del mariposario.
La que también revolotea ya a sus anchas en este santuario construido con financiación del Proyecto Sierra y Selva Alta, del Fondo Internacional de Desarrollo Agrario (FIDA) y el Ministerio de Agricultura, es la mariposa monarca (Danaus plexippus), de alas rojas intensas y motas blancas.
Del mariposario al bosque
Los criadores, en su mayoría mujeres, se dedican con meticulosidad a cosechar los huevos que las mariposas dejan en las hojas y después alimentan a las orugas hasta que se metamorfosean, y entonces las devuelven al mariposario o las liberan en el bosque.
"Cada día nacen entre treinta y cincuenta mariposas y ya hemos liberados más de mil", indicó Bustamante, cuya asociación también ha reforestado las riberas del río Mayo con plantas hospederas para que los especímenes tengan más lugares donde reproducirse en libertad.
Entrar a este exuberante reino de las mariposas apenas cuesta 10 soles y, en contraprestación, no solo cambia casi por completo la percepción previa que el visitante tiene de estos insectos sino que da toda una lección de por qué cuidar las plantas y los árboles que crecen a su alrededor. (Fernando Gimeno - EFE)
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