Lo que sucede en el Medio Oriente repercute en las demás regiones del mundo, a causa de las comunidades árabes y judías establecidas en la mayor parte de países.
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El conflicto entre Israel y sus vecinos árabes es actualmente el más antiguo, el más difícil de resolver y el que tiene potencialmente consecuencias de mayor alcance. La disputa sobre límites territoriales se halla impregnada por narrativas históricas de largo aliento, y a la vez por el factor étnico y religioso, que es el que más fanatismo y más muertes ha causado a lo largo de la historia. La región ha dado lugar a las tres religiones monoteístas que remontan hasta el patriarca Abraham, el mesías Jesús y el profeta Mahoma.
Por eso mismo es un desafío mayor para la prensa independiente que se identifica con la democracia, el valor universal de la vida humana y la solución de conflictos a través del diálogo y concesiones recíprocas. Es imposible entender los extremos de odio y violencia que se registran en la crisis actual sin remontar a una larga historia de guerras y búsquedas infructuosas de acuerdos.
Lo que sucede en el Medio Oriente repercute en las demás regiones del mundo, a causa de las comunidades árabes y judías establecidas en la mayor parte de países. Una consecuencia grave es el aumento del antisemitismo y de la islamofobia que se registra sobre todo en países europeos. En este contexto, es una noticia positiva que Israel y el grupo terrorista Hamás (que gobierna en la Franja de Gaza) hayan logrado un acuerdo que permitirá que callen las armas durante cuatro días, para favorecer la liberación de cincuenta secuestrados por Hamas y de 150 palestinos que cumplen condena en cárceles israelíes.
El alto el fuego servirá también para distribuir la ayuda humanitaria que requiere la población civil de Gaza. El acuerdo debe mucho a la capacidad negociadora de los dirigentes de Qatar, pero también al respaldo de países como Estados Unidos y Egipto. Todo avance es frágil e insuficiente ante las voces del maniqueísmo y la intolerancia. Pero está permitido esperar que el acuerdo prefigure una solución permanente basada en la coexistencia de dos Estados con fronteras reconocidas y seguridad garantizada.
Las cosas como son
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