Vladímir Putin suele mencionar su intención de crear un nuevo orden mundial. La impunidad con la que actúa Rusia en su territorio y en otras regiones deja entrever cómo sería ese orden mundial que preconiza. Esa no es precisamente la visión que comparten muchos líderes del continente africano.
El aparente asesinato de Yevgueni Prigozhin en el siniestro de su avión privado en el trayecto que realizaba desde Moscú a San Petersburgo constituye un punto de inflexión en las relaciones entre Rusia y África.
Prigozhin, el jefe del conocido Grupo Wagner, era el hombre fuerte de Rusia en África desde que la organización iniciara sus primeras actividades en el continente en 2017.
Más que una entidad homogénea, el Grupo Wagner es un conglomerado de sociedades fantasma que despliega fuerzas paramilitares, que difunde desinformación y que interfiere en la vida política de Ucrania, Siria y África. Debido a las actividades de desestabilización del grupo, sus líderes han sido sancionados por 30 países.
A Prigozhin parecía quedarle poco tiempo tras la efímera insurrección que encabezó en junio, enmarcada en una pugna de poder con la cúpula militar rusa. A pesar de dar marcha atrás poco tiempo después de iniciarla, la acción puso en un brete al presidente ruso Vladímir Putin y disparó los rumores de que la aparente debilidad del mandatario podría incitar a otros a cuestionar su autoridad.
El apoyo que el Grupo Wagner facilitó a líderes despóticos, políticamente aislados y con escasa popularidad, permitió a Prigozhin expandir la influencia rusa en África y subyugarlos a los intereses de Rusia.
El respaldo del grupo tomó diversas formas irregulares, como el envío de fuerzas paramilitares, la organización de campañas de desinformación, la interferencia en procesos electorales, la intimidación de adversarios políticos y la compraventa de recursos naturales por armas. Prigozhin se refería a este engranaje de operaciones de influencia como una “orquesta” que él mismo se encargaba de dirigir.
El Grupo Wagner tiene desplegadas unidades en Libia, la República Centroafricana, Mali y Sudán. También ha estado interfiriendo en la vida política y en los discursos informativos nacionales de cerca de una docena de países africanos.
Mis líneas de investigación se centran en analizar el papel que desempeña la gobernanza en la defensa de la seguridad y desarrollo, así como la influencia de factores externos en África, como Rusia. Me interesan, entre otros, las transiciones democráticas y los instrumentos que garantizan una rendición de cuentas democrática.
La amplia sombra de la influencia política rusa en África refleja los objetivos estratégicos que tiene en el continente. Rusia busca mantener su presencia en el norte de África y el Mar Rojo, menoscabar la influencia occidental, normalizar el autoritarismo y subvertir el sistema internacional de las Naciones Unidas.
Ninguno de estos objetivos tiene como finalidad convertir África en un continente más próspero o estable; al contrario, solo es el campo de pruebas para que Rusia expanda sus intereses geoestratégicos.
Tratar de mantener las operaciones lucrativas y de influencia del Grupo Wagner en África tras la muerte de Prigozhin le complicará a Rusia negar que recurre a acciones irregulares e ilegales para expandir su influencia.
Mantener el Grupo Wagner sin Prigozhin
El modelo Wagner ha permitido a Rusia ganar rápidamente influencia en África, a pesar de la poca inversión en el continente. La mayoría de los costes de la organización se han sufragado gracias a las concesiones financieras y minerales de los regímenes que apoya. Así, según algunas fuentes, las operaciones mineras en la República Centroafricana y Sudán generan miles de millones de dólares.
No es de extrañar, pues, que a Rusia le convenga mantener a flote las acciones de la organización. Revelador es el hecho de que, en el día del siniestro, el viceministro ruso de Defensa, Yunus-Bek Yevkúrov, se encontrara en Libia para confirmar el apoyo que Rusia le brinda actualmente al líder militar Jalifa Hafter. Días después, Yevkúrov visitó las juntas militares de Mali y Burkina Faso para trasladar el mismo mensaje.
La pregunta es si las fuerzas militares rusas serán lo suficientemente fuertes. Rusia necesita soldados en Ucrania. Por ello, es posible que no pueda permitirse tener en África a combatientes experimentados. También queda en el aire la cuestión de si las tropas del Grupo Wagner aceptarán trabajar para el Ministerio de Defensa ruso, dado que se ha defenestrado a su líder.
De igual modo, el gobierno ruso necesitaría recrear los acuerdos multidimensionales que han permitido al Grupo Wagner consolidar regímenes cliente de manera eficaz. Rusia ha venido alimentando durante años la guerra híbrida, esto es, la combinación de métodos convencionales y subversivos. No obstante, sincronizar todo esto en diferentes contextos africanos exigirá una destreza que supera con creces la capacidad de la burocracia de seguridad de Rusia.
Por último, Rusia se ha beneficiado de la negación plausible que el Grupo Wagner le ha facilitado mientras obedecía la voluntad de Putin. En todos los contextos en los que se han desplegado fuerzas de la organización, estas han recibido acusaciones, fehacientemente, de haber cometido abusos de los derechos humanos, como violaciones, torturas y ejecuciones extrajudiciales.
En Mali, el Grupo Wagner está vinculado con más de 320 incidentes de abusos de derechos humanos y cientos de muertes de civiles. También se le ha acusado de desplazar a comunidades locales donde han logrado adjudicarse concesiones mineras, lo que ha llevado a la anexión efectiva de territorio africano.
Una vez se haga cargo de sus actividades, el gobierno ruso no podrá escudarse en el desconocimiento o en la impotencia de poner freno a las acciones ilegales y desestabilizadoras del Grupo Wagner en África. Rusia ha conseguido zafarse en mayor medida de los graves costes reputacionales que han tenido las acciones delictivas de la organización en el continente, aunque esto cambiará en el momento en el que asuma las tácticas represivas que el Grupo Wagner ha estado poniendo en práctica.
Nuevos planteamientos en África
¿Qué pasará con los clientes africanos del Grupo Wagner? Los líderes de estos regímenes han logrado erigirse en el poder a través de métodos fuera de los marcos constitucionales. Censuran a los medios y a las voces críticas. La comunidad internacional los aísla. En pocas palabras, no pueden mantenerse en el poder sin la ayuda de Moscú.
Por ende, no deberíamos esperar ningún cambio en cuanto a la predisposición favorable de las juntas militares de Mali, Sudán o Burkina Faso, del liderazgo impuesto en la República Centroafricana o del general libio Hafter.
Lo que será realmente esclarecedor será la reacción de otros gobiernos del continente. Algunos seguirán viendo el potencial de coquetear con Rusia para cubrirse las espaldas contra las críticas de la comunidad internacional.
No obstante, el alcance de Rusia en África podría escapársele de las manos, pues en el continente se está expandiendo cada vez más la percepción de que Rusia aporta realmente poco a África en cuanto a inversiones, comercio, creación de puestos de trabajo o seguridad. El despliegue de mercenarios, la desinformación, la intromisión en la vida política y la compraventa de recursos naturales y armas se traduce en una mayor inestabilidad en el continente.
Esto mismo se hizo visible en los días previos a la cumbre Rusia-África celebrada a finales de julio. Rusia se retractó del acuerdo sobre cereales del mar Negro que había permitido circular 33 millones de toneladas de cereal de Ucrania a África y al resto del mundo. Este acuerdo había aligerado el estrés en la cadena de suministro provocado por la invasión rusa de Ucrania en 2022. Rusia no solo se desentendió del acuerdo, sino que, además, bombardeó los puertos ucranianos desde los que se exportaban los cereales, lo que causó que se perdieran 180 000 toneladas de grano. Fue difícil pasar por alto el desdén que demostró Putin a los intereses africanos con este ataque.
Esta falta de consideración, sumada al reconocimiento manifiesto de que Rusia ofrece relativamente poco a África, se reflejó en que solo acudieron 17 mandatarios africanos a la cumbre celebrada en San Petersburgo. En la edición de 2019 en Sochi, en cambio, asistieron 43 jefes de Estado.
La manera en la que se ha prescindido de Prigozhin debería dar a los líderes africanos que reflexionar.
Putin suele mencionar su intención de crear un nuevo orden mundial. La impunidad con la que actúa Rusia en su territorio y en otras regiones deja entrever cómo sería ese orden mundial que preconiza. Esa no es precisamente la visión que comparten muchos líderes del continente africano.
Este artículo ha sido traducido con la colaboración de Casa África. Traducción: Eduard Galán.
Joseph Siegle, Director of Research, Africa Center for Strategic Studies, University of Maryland
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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