En el sistema penitenciario ruso, las llamadas telefónicas y las visitas son a menudo limitadas. Estas restricciones están dirigidas especialmente contra los militantes políticos, para aislarlos al máximo.
En un día tipo del preso Konstantin Kotov, una hora precisa le permitía resistir al sistema carcelario ruso: aquella en la que, bajo estrecha vigilancia, tenía derecho a leer y responder a su correo.
"Era siempre un momento de alegría", recuerda este opositor ruso y militante de los derechos humanos. "Un elemento clave para sobrevivir y mantener en mi interior esa libertad que estaban tratando de quitarme", añade.
Durante un año, Konstantin Kotov, de 36 años, sufrió un "muro de silencio" en la cárcel penal de Pokrov, a unos 100 kilómetros de Moscú, donde fue detenido por manifestarse sin autorización. Los otros presos tenían órdenes de no hablar con él.
Al enemigo más famoso del Kremlin, Alexéi Navalni, le ocurre lo mismo. Detenido en Pokrov desde febrero, también destacó la importancia de las cartas que recibe después del control sistemático de la administración de la prisión.
En un mensaje publicado a principios de julio por su equipo, Navalni habló sobre la funcionaria (que controla su correo). "Me han dicho que es una mujer la que encargada de controlar esta tonelada de correo".
Esta "infeliz" debe añadirse a la lista de "personas que quieren matarme", ironizó el opositor, víctima en 2020 de un grave envenenamiento que lo sumió en un coma.
En el sistema penitenciario ruso, las llamadas telefónicas y las visitas son a menudo limitadas. Estas restricciones están dirigidas especialmente contra los militantes políticos, para aislarlos al máximo.
Un soplo de oxígeno para los presos
Las cartas manuscritas siguen siendo uno de los pocos medios de comunicación, pero también son un soplo de oxígeno en un universo implacable.
Durante su detención, Konstantin Kotov recibió cientos de mensajes de desconocidos y familiares. Todos pasaban por la censura, de ahí una gran lentitud en la llegada del correo, a veces varios meses.
"Las frases negativas sobre Putin estaban a menudo cubiertas con un marcador negro", destaca, añadiendo que recibía periódicos cuyos artículos habían sido recortados.
Para limitar esta afluencia, sus carceleros le habían propuesto mejorar sus condiciones si dejaba de responder al correo. "Me negué y después sufrí una fuerte presión", comenta. Sólo podía leer y responder a sus cartas una hora por día, entre interminables sesiones de espera en fila y la visualización obligatoria de "videos sobre las leyes rusas".
Pero estas cartas, venidas del mundo entero, le ayudaban.
"La verdadera felicidad cuesta caro, es injusto, pero es la vida. Esperamos que la encuentres lo antes posible", indica un mensaje enviado por unos amigos. "Kostia, te mandamos y beso. Ya nos veremos cuando estés libre".
Decenas de grupos de apoyo en línea se organizan para escribir a los presos, independientemente de su afiliación política.
Publican sus nombres, la dirección de sus cárceles y dan instrucciones para evitar que las cartas sean rechazadas o les causen daño.
El correo protege de la violencia física, subraya Olga Romanova, de 55 años, directora de la asociación "Rous Sidiachtchaïa" (Rusia tras las rejas). "Cuanto más cartas recibe un preso político, más seguro está", asegura, porque los guardianes temen "tocar" a los detenidos que gozan de una atención exterior. Recibir cartas es tan importante como ver a sus abogados o a su familia, destaca.
Desde su pequeña cocina moscovita, Irina Vladimirova, de 50 años, evoca un "acto de rebelión" escribiendo a los presos. En seis años ha enviado más de 600 cartas.
"Hago lo que puedo, escribo cartas", explica a la AFP esta antigua profesora que teme ir a manifestarse. Cuando la AFP se reunió con ella, estaba redactando un mensaje a un manifestante de 21 años condenado en 2019 a seis años y medio de prisión, Ian Sidorov, así como a otros tres hombres, entre ellos a un ucraniano que también había sido condenado.
El Servicio Penitenciario de la Federación de Rusia no respondió a las preguntas de la AFP.
AFP
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