Apenas diez días después de la salida de ´A propósito´ en Latinoamérica y Estados Unidos, el quinteto argentino se abrió ante la prensa para explicar su metamorfosis.
El regreso de Babasónicos a las tiendas de discos con "A propósito", tres años después de su último trabajo de estudio, no es tanto una reinvención como una alteración química permanente de su biología musical, según los propios artistas.
"La genética de la banda se alteró para siempre con la partida de Gabo. Es una música con más desarrollo instrumental, son canciones que mutan en otra cosa", explicó al presentar el álbum -décimo en su carrera de dos décadas- el guitarrista del grupo argentino, Mariano Roger.
El músico hacía referencia al catalizador que supuso la pérdida de su bajista y compositor Gabriel "Gabo" Manelli en 2008, víctima de cáncer. Su fallecimiento supuso, inevitablemente, un cambio en los esquemas. "Antes éramos una banda más afilada", opinó Roger.
Pero esa necesidad de volver a ajustarse, el cambio de clima, ha decretado obligatoriamente el hallazgo de una piedra filosofal diferente.
"El disco está atravesado por un vector fuerte de mutación, locura y fantasía", aventuró el cantante Adrián Dárgelos.
El vocalista se ha metido en el pijama de trece personajes distintos -los mismos que cortes tiene el disco- y se ha desprendido de las pieles que vistió en el anterior álbum.
"Trato de generar otros personajes que representar en vivo para el "show". Ahora son personajes más cínicos, crueles, apáticos", narró.
La cara de los personajes de canciones anteriores se desdibuja a medida que corren los conciertos, que el momento cambia y pierden parte del impacto en el que fueron concebidos -""Putita" ya no tiene el mismo efecto que hace seis años", concedió- y le permite tomar nueva voz.
"Ya está, se fue, y necesito buscar algo que me provoque, que imprima algo de riesgo, que me lleve hasta el límite de lo que me avergüenza", se desnudó el vocalista.
En "A propósito", un título que expresa esa misma voluntad de cambio, los personajes son incomprendidos, discuten con un interlocutor que no los entiende.
El cuerpo de la mayoría de temas como "Pulpito" e "Ideas", aunque lleva el sello habitual de la banda, prueba un equilibrio más certero entre música y voz; los instrumentos lanzan oleadas de sonido más intensas, muy armónicas, y envuelven con su eco al cantante, controlándolo como un muñeco.
En "Muñeco de Haití", por ejemplo, Adrián Dárgelos se retuerce impotente a su merced, con una onda parecida al "Microdancing" de "Mucho" (2008).
"La gente nos ve como un combo de locos que no sabe cómo ejercen su música, que se están divirtiendo, a los que no les importa nada, es un caos vibrante (...) No queremos perder ese estado de cierta inconsciencia que es nuestra esencia", manifestó.
El grupo echa de menos, pero no de forma melancólica, la escena del rock de los 90 que los vio nacer y reproducirse musicalmente.
"Era una época más callejera, un poco más depurada, para tocar había que tener algún tipo de "show", de público, o 50 amigos que pagaran la entrada", estimó Roger. "Antes íbamos a ver otra banda y repartíamos "flyers", eso provocaba una escena", secundó Dárgelos.
La inmediatez de Internet ha cambiado ese panorama: las redes sociales permiten al grupo informar al minuto, los vídeos se estrenan en Youtube en alta definición, en lugar de en la televisión.
Tiene un lado muy positivo, opinó Roger, pero al mismo tiempo, no discrimina: "por cada artista de talento hay cien que se graban en casa tocando la guitarra, haciendo "covers" de Lady Gaga".
EFE
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