Lucho Quequezana, y su infaltable banda Kuntur, asumió el reto más ambicioso hasta el momento en su carrera: tocar en el primer concierto de la Orquesta Sinfónica.
Los sonidos del Perú profundo, nuestras quenas, zampoñas y charangos y la música clásica se mezclaron en un espectáculo digno de las imponentes instalaciones del Gran Teatro Nacional.
Lucho Quequezana, y su infaltable banda Kuntur, asumió el reto más ambicioso hasta el momento en su carrera: tocar en el primer concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional, en el año de sus bodas de diamante, y romper con los estereotipos.
“Este momento es súper especial porque tenemos la oportunidad de ver cómo la Sinfónica abraza instrumentos peruanos y ver cómo se rompen las barreras entre la música clásica y la tradicional”, explicó el músico ante un entusiasta público.
Desde las 8 de la noche, miles de seguidores de la música de Quequezana ingresaron al teatro más importante del país, listo para ser transportados, a través de la música, a localidades lejanas de esta bulliciosa urbe.
Le acompañaron Cali Flores (percusión), Luis Linares (bajo), Koki Romero (piano y teclados), Martín Venegas (batería), Moisés Carpio (guitarra), Guillermo Vásquez (vientos andinos) y Karlhos Misajel (vientos).
El recital inició con el tema más conocido de su repertorio, “Kuntur”, que tuvo sonidos de piano, charango y quena. La carga dramática aumentó de inmediato cuando se le unió la Sinfónica con sus vientos y percusiones.
Ni bien inició la música, las luces cobraron vida. El público permaneció en silencio absoluto, como si estuviesen presenciando un show de magia, solo que en vez de cartas, el anfitrión contaba con una larga lista de instrumentos andinos, entre otras sorpresas.
El director de la orquesta, el maestro Fernando Valcárcel, explicaba muy bien este sentimiento en el programa del espectáculo. “Su presencia ha refrescado la escena musical popular y aportado positivamente a la promoción de la imagen del Perú”.
A lo largo de la noche se escucharon también guitarras eléctricas, bajos, cajones, silbatos y toyos (unas zampoñas gigantes que, según los cronistas, pusieron la música durante el velorio de Pachacútec); y temas como “El otorongo”, “Combi” y “Landó”.
Más de 70 músicos en escena llenaron las imponentes paredes del Gran Teatro Nacional con historias y colores, comparables solo con la naturaleza. Sin duda, este fue un espectáculo musical distinto que presentó la música peruana en su forma más universal.
Si se lo perdió, aún puede alcanzar una última función, el sábado 25 de mayo en el mismo auditorio, desde las 8 de la noche. Las entradas se encuentran en Teleticket.
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