Nuestra Constitución declara en su artículo 22 que “el trabajo es un deber y un derecho. Es base del bienestar social y un medio de realización de la persona”. Sin embargo la realidad de los trabajadores está marcada en nuestro país por un índice excepcionalmente elevado de informalidad.
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La celebración del 1 de mayo es uno de los feriados laicos más generalizados en los cinco continentes, bajo la denominación de Día internacional de los trabajadores.
Sus orígenes remontan a reclamos y movilizaciones de trabajadores en 1886 por una jornada laboral de ocho horas en la ciudad norteamericana de Chicago, en el marco de las cuales fallecieron un policía y 38 manifestantes. Cinco dirigentes fueron condenados a muerte y ejecutados en la horca. El precursor de la independencia de Cuba, José Martí, asistió a las ejecuciones y escribió para La Nación de Buenos Aires un testimonio desgarrador.
Desde principios del siglo XX la celebración del 1 de mayo se implantó en los países europeos, pero dejó de ser celebrada en Estados Unidos, patria de los llamados “Mártires de Chicago”, donde el Día del Trabajo se celebra el primer lunes del mes de septiembre.
En 1954 el Papa Pío XII declaró el 1 de mayo fiesta de San José Obrero y lanzó un movimiento de obreros católicos.
En el Perú, el 1 de mayo se celebra desde principios del siglo XX y ha dado lugar a manifestaciones de sindicatos y organizaciones de trabajadores.
Nuestra Constitución declara en su artículo 22 que “el trabajo es un deber y un derecho. Es base del bienestar social y un medio de realización de la persona”. Sin embargo la realidad de los trabajadores está marcada en nuestro país por un índice excepcionalmente elevado de informalidad, lo que quiere decir que más de dos terceras partes de nuestros trabajadores carecen de derechos sociales: vacaciones pagadas, formación permanente, pensiones dignas, seguro de salud.
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