El cáncer es una enfermedad que produce temor desde que se la identificó hace más de dos mil años, pero a medida que aumenta la longevidad de la población se multiplica el número de casos.
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No sabemos si es un simple azar que la ONU haya establecido desde hace veinte años el Día mundial contra el cáncer infantil un día después del Día del Amor. El 14 se celebran el amor y la amistad sin proclamación oficial, aunque la conmemoración tiene sus raíces en la ejecución del obispo Valentín en los remotos tiempos del Imperio Romano. El cáncer es una enfermedad que produce temor desde que se la identificó hace más de dos mil años, pero a medida que aumenta la longevidad de la población se multiplica el número de casos. Como todos los cánceres, el de los niños consiste en una reproducción descontrolada de células que producen anomalías en los órganos y se expanden en el cuerpo. En el caso de los niños, el origen del cáncer no suele estar asociado a la exposición a agentes cancerígenos como el tabaco, la mala dieta y la radiación solar. El cáncer de los niños se produce sobre todo en la sangre, el cerebro, los ganglios y los ojos. La manera más eficaz de combatirlo es detectarlo a tiempo, lo que supone desarrollar el primer nivel de los servicios de salud. Pero conocemos demasiado bien las carencias del sistema sanitario de nuestro país, lo que se expresa también en la falta de recursos para aplicar las costosas terapias existentes. La tasa de curación es muy alta si el cáncer se detecta en su fase temprana. Por alejada que parezca la salud de los niños de nuestras discusiones políticas, hay un vínculo notorio y terrible. Basta visitar un centro de salud como el Instituto del Niño para asumir con repugnancia que quienes se dedican a la política para enriquecerse y robar dinero público, están privando a nuestros niños de la posibilidad de sobrevivir y llegar a ser adultos. Los corruptos deberían ser condenados también a limpiar los hospitales para que vean con horror el sufrimiento de padres a los que se les dice: no hay medicamentos, no hay personal, no hay nada que podamos hacer. Lo que equivale a decirles, hay muy poca decencia entre los que nos gobiernan.
Las cosas como son
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