Religiosos y autoridades recordaron la larga estadía que vivió Karol Wojtyla en nuestro país en la década del ochenta y el acercamiento espontáneo que tuvo con los peruanos pese a conflicto interno.
Juan Pablo II, uno de los papas más queridos en toda la historia visitó el Perú en dos oportunidades (1985 y 1988) y quienes recuerdan aquellos momentos inolvidables coinciden en señalar que se entregó en cuerpo y alma al calor con el que lo recibieron millones de peruanos.
Sin duda, la primera visita de Karol Wojtyla es una de las más recordadas, por los cinco días que permaneció en nuestro país, tiempo considerado inusual para las visitas acostumbradas del Sumo Pontífice.
El obispo del Callao, Miguel Irízar, quien tuvo la suerte de conocer personalmente a Juan Pablo II y estar en una misa en privado con él en su lugar de reposo en verano, recordó el espectacular momento vivido en Iquitos cuando el hombre nacido en Polonia dijo: “El Papa se siente charapa”.
“Al final del viaje llegó a Iquitos y el encuentro se hizo en las afueras del aeropuerto pero fue importante como conectó con el pueblo charapa porque escuchaba la música y la gente decía que el papa es charapa y él también dijo en un momento ‘el Papa se siente charapa’. La vinculación que sentía fue espectacular”, dijo en RPP Noticias.
Asimismo, el exalcalde de Villa El Salvador, Michel Azcueta resaltó la gran emoción que significó para los pobladores de ese distrito saber de la llegada de Juan Pablo II al Perú por lo que organizaron de inmediato el recibimiento con más de 2 millones de personas.
“En el camino de Pachacútec hasta Villa El Salvador, al parque Industrial, él preguntaba ¿de qué viven, qué comen? porque éramos cientos de miles que le causó una gran impresión. Un desierto, unas esteras siempre impresionan”, dijo.
Coincidieron en calificar a Karol Wojtyla como un hombre tan sencillo y de corazón abierto que hasta se dejaba que lo vistieran con las prendas típicas del lugar al que iba, tal como sucedió en Cusco.
Para José Huapaya, mayordomo de la Hermandad del Señor de Santuario de Santa Catalina al Papa no le importó la guerra interna en el Perú. Viajó a Ayacucho donde se le entregó las llaves de la ciudad por pedido de la alcaldesa Leonor Zamora -asesinada posteriormente por Sendero Luminoso- y pidió a los grupos subversivos el abandono de la violencia.
A dos días de su beatificación los peruanos recordamos al hombre que entregó su vida por imitar a Cristo: “Todo por la paz, nada por la violencia”, decía.