Una iglesia bicentenaria en Jalca, locales institucionales y cientos de viviendas se han visto reducidos a escombros. No debemos esperar que se produzcan también terremotos en nuestras instituciones para reaccionar y evitar la lenta caída de nuestra Economía y nuestra democracia.
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Entramos a una semana durante la cual los congresistas estarán en sus regiones, por lo que los procedimientos en el Congreso deberán esperar: la moción de vacancia, la eventual censura del ministro de Transportes, la interpelación del ministro de Educación, las contrarreformas educativa y de transportes, etc. La semana pasada fuimos testigos de multitud de acciones y excesos que vienen siendo la triste normalidad de nuestra vida pública: los 20,000 dólares del ex Secretario General de la Presidencia, la reunión del presidente con la asesora de una empresa que ganó una concesión millonaria para construir vías, la incertidumbre frente a la política minera, la moción de vacancia contra el presidente de la República y una manifestación en apoyo de esta vacancia que no se privó de expresiones groseras y ultrajantes. En medio de estas circunstancias, la población da signos crecientes de desaprobación a las autoridades, tanto del Ejecutivo como del Congreso.
Si se observa la escena política peruana, uno podría tener la impresión de que sus principales actores están dedicados a destruir a sus adversarios y a invocar valores que no respetan, (pueblo por un lado, democracia por otro), y menos aun a proponer una agenda que pueda movilizar nuestra energía y nuestra esperanza. Durante la noche del sábado, dos sismos nos han recordado la fragilidad del territorio en que vivimos y sobre el que construimos nuestras desordenadas ciudades. Una iglesia bicentenaria en Jalca, locales institucionales y cientos de viviendas se han visto reducidos a escombros. No debemos esperar que se produzcan también terremotos en nuestras instituciones para reaccionar y evitar la lenta caída de nuestra Economía y nuestra democracia. El pueblo peruano no merece tanta incompetencia ni tanta hipocresía.
Las cosas como son
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