El Defensor se refirió en particular a la crisis del oxígeno y a las negociaciones para adquirir vacunas. “Las cláusulas de confidencialidad” de los contratos con las empresas farmaceúticas no deben significar la confidencialidad de los mismos.
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El Defensor del Pueblo realizó ayer una suerte de balance de su actuación a lo largo de los meses que llevamos viviendo con crisis sanitaria y estado de emergencia. Walter Gutiérrez reprochó la falta de transparencia, como evidenciaría la ausencia de respuesta a múltiples oficios enviados al Ejecutivo en búsqueda de explicaciones sobre la gestión de la pandemia. El Defensor se refirió en particular a la crisis del oxígeno y a las negociaciones para adquirir vacunas. Precisó que “las cláusulas de confidencialidad” de los contratos con las empresas farmaceúticas no deben significar la confidencialidad de los mismos.
En ejercicio de su mandato de defensa de Derechos fundamentales, el Defensor criticó la falta de coordinación entre sectores públicos, así como con el sector privado. Walter Gutiérrez se refiriró también a los informes defensoriales sobre la germinación de conflictos sociales en plena pandemia, los mismos que habrían sido ignorados por el Ejecutivo. “Pueden no estar de acuerdo con lo que decimos, pero lo que es inaceptable es el silencio”, concluyó.
Muchos problemas podrían, en efecto, ser anticipados si hubiese más transparencia y mejor coordinación entre los sectores del Estado. En el caso de la legislación agraria, por ejemplo, todos parecen estar de acuerdo ahora sobre el papel negativo jugado por el sistema de “services” y la elevada tasa de informalidad, pero poco se hizo para evitar que el descontento crezca hasta llevarnos a la crisis actual.
Lenin Bazán, del Frente Amplio, ha reconocido que “los congresistas han fallado en su tarea de resolver conflictos”. A pesar de que el Congreso tuvo la idea de celebrar el pasado mes octubre un Pleno dedicado exclusivamente al tema agrario, nadie parecía sopesar el descontento que estaba germinando. Menos de dos meses después, el Congreso derogó de manera precipitada la ley de promoción agraria. Anoche hemos visto una vez más que es mucho más difícil aprobar una ley alternativa, que inevitablemente tiene que integrar reclamos de los trabajadores y necesidades de las empresas. Lo real es que sigue ganando la abstención.
También algunas diligencias judiciales generan incertidumbres y zonas de sombra. La justicia ha rechazado la solicitud fiscal de suspender la actividad política del partido fujimorista Fuerza Popular. ¿Es razonable que una decisión judicial impida que los electores puedan pronunciarse sobre un partido que ya tiene candidatos inscritos para las elecciones del próximo 11 de abril? La Fiscalía ha decidido no tomar en cuenta la circunstancia electoral y anuncia que insistirá en su solicitud.
Lejos de todo lo que nos separa, los latinoamericanos nos reconocemos parecidos y cercanos ante la desaparición de un artista que nos expresa y nos representa. Eso sucedió ayer cuando el presidente mexicano anunció el fallecimiento del compositor e intérprete Armando Manzanero. Durante más de sesenta años renovó nuestro gusto por la canción romántica y la exaltación del sentimiento amoroso. Canciones como Contigo aprendí, Esta tarde vi llover o Adoro, forman parte de un zócalo común de emociones que ha marcado a varias generaciones de latinoamericanos. Su muerte a los 85 años, víctima de la COVID-19, debería servirnos para tomar en serio el riesgo persistente del contagio, sobre todo, como parece haber sido su caso, cuando uno se ve rodeado de amigos y seguidores sin mascarilla.
Manzanero será recordado por lo que logró hacer con su arte: “La buena música queda para siempre, la mala llega, triunfa por un momento y se va. El rock and roll llegó a mediados de los 50 y se quedó para siempre. Vamos a ver cuánto tiempo durará el reggaetón, que le gusta mucho a la gente, porque es muy festivo, aunque tiene una dificultad: cuando un señor quiere conquistar a una pareja no lo hace con esa música. Lo hace con una canción romántica”.
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