La fiesta del Santiago tiene diversas connotaciones. La más tradicional, pese al nombre del santo, es el culto que se da al cerro.
Cada mes de julio, en toda la sierra central, y como parte de antiguas tradiciones de culto al señor de los cerros —el Taita Huamani—, luego de marcar el ganado este le es entregado a su dios.
En una de sus famosas “Estampas Huancavelicanas”, el folclorista Sergio Quijada Jara cuenta que las gentes, “faltando un mes para el 25 de julio”, acopian el maíz que les servirá para preparar la chicha y el maíz, durante la fiesta del apóstol Santiago.
Ese maíz —continúa Quijada Jara— es colocado en sacos atados con sogas de llama y dispuestos en el patio de las casas, estas personas danzan alrededor, pues tienen “la idea de que este comestible les dure hasta el Santiago del próximo año”.
En Huancayo, durante la fiesta del Santiago, el ganado es cubierto de adornos diversos, en forma de cintas en las orejas, colocadas como aretes, que permitirán que el apóstol Santiago bendiga a la comunidad. Se trata de un culto a la fertilidad y a la abundancia, en que se incluye, además, los “casaracuy”, consistentes en el matrimonio de animales; y a veces, se hace casar a una persona con un animal, por lo que este pasa a pertenecer a aquel.
“En otras partes de la región centro se prepara, la víspera del 25 de julio, una mesa para el velorio, donde se coloca la imagen de Santiago Apóstol sobre un adorno de paja de ichu y huaylla”, explica Quijada Jara, que “son recogidos de lejanos manantiales previo pago de coca quinto al cerro y al puquial para que no se resientan”. En la mesa se disponen, además, dulces y alimentos de distinta índole.
El día central se recoge toda esa ofrenda y se traslada hasta el cerro —es decir, hasta los dominios del Taita Huamani—, donde es enterrada en tres agujeros. Entonces se regresa a los corrales y, con pajillas de ichu ardientes, se quema el pelo de los animales, acto denominado ‘luci-luci’ para ahuyentar la mala suerte.
La celebración inicia en ese momento. Las personas bailan, comen y beben al compás del yungir, en algunos sitios; o de las orquestas y bandas, en el Huancayo urbano.
La ciudad entera se engalana para la celebración, y durante toda la semana cientos de pandillas de danzantes, ataviadas las mujeres con polleras multicolores y llicllas, recorren las calles; en tanto, los autos pasan por los lados, también contagiados del bullicio y algarabía.
Por: Juan Carlos Suárez
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