Los artesanos de San Blas refieren que su imagen es la más retratada y requerida por los turistas extranjeros, principalmente por los mexicanos.
En el Cusco, Capital Histórica del Perú, la veneración por la Virgen de Guadalupe, es muy extensa, al punto que aparte de las imagenes de santos y arcángeles retratados al estilo de la Escuela Cusqueña, destaca de manera especial la de Guadalupe, en diferentes locales de venta.
Este hecho ratifica la devoción que le tienen los cusqueños y la gran admiración de los turistas mexicanos, quienes son los que más solicitan a los cultores del arte imágenes de la denominada “Virgen India”.
Si recorremos la Cuesta de San Blas, tradicional barrio de artesanos del Cusco, veremos que en los talleres artesanales donde se agolpan en forma caótica cuadros, ángeles y angelitos, cerámicos, reproducciones de retablos y púlpitos, aparecen lienzos de vírgenes, como la de La Leche, de santos y arcángeles como Rafael. Los maestros que laboran en su interior nos comentan que la Virgen de Guadalupe, es la imagen más pintada y más solicitada entre turistas nacionales y extranjeros, siendo los mexicanos los más interesados en adquirirlas.
"Siempre llevan algún objeto relacionado a la Virgen de Guadalupe, puede ser un cuadro, un retablo, una escultura", indican.
Cabe señalar que un cuadro de la efigie, dependiendo del tamaño y el marco que le rodea o no, se cotiza entre 100 y 500 soles.
Cuenta la historia que un día 12 de diciembre de 1531 la Virgen María apareció por segunda vez al joven indígena mexicano Juan Diego Cuauhtlatoatzin, en un lugar denominado Tepeyac.
Juan Diego, nació en 1474 en la zona de Cauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los Chichimecas. Se le bautizó como Cuauhtlatoatzin porque en su lengua materna significaba «águila que habla», o «el que habla con un águila».
El 9 de diciembre –en su primera aparición– la Virgen le encargó a Juan Diego, que en su nombre pidiese al obispo capitalino mexicano Juan de Zumarrága, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición y como el obispo no aceptó la idea, la Virgen le pidió que insistiese.
Al día siguiente, Juan Diego volvió a encontrar al prelado, quien le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio y fue el 12 de diciembre de 1531, mientras que el joven indígena –hoy considerado un santo por la Iglesia– se dirigía de nuevo a la ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y llevárselas a ella.
Al subir a la cima del Tepeyac, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas y lozanas, pese a la temperatura muy baja y la estación invernal y una vez recogidas las colocó en su «tilma» o túnica de urdimbre muy simple, y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al obispo como prueba de veracidad.
El milagro ocurre, cuando Juan Diego, se presenta nuevamente ante el obispo, el santo abriendo su «tilma» dejó caer las flores apareciendo inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, ante este hecho, el Obispo Zumárraga, dispone la construcción de la Catedral que hoy se levanta imponente recibiendo casi veinte millones de peregrinos al año en México.
En el Cusco, ciudad indígena por antonomasia y tradición, la imagen más requerida por turistas peruanos y extranjeros, así como también de cusqueños y cusqueñistas es la de la Virgen de Guadalupe, que algunos la llaman con gran familiaridad, “La Lupe”, “La Virgen India” o simplemente “Mamacha Guadalupe”.
El arraigo quizás tenga una directa relación con las efigies veneradas en la región, los mismos que tienen una peculiaridad, las facciones indias, como el Taytacha de los Temblores, un cristo moreno, hecho en base a madera de maguey en imagen y semejanza al poblador andino.
Por: Adelayda Letona García
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