Reconocidos por su cerámica, su comida y sus tejidos, esta región tiene muchas bondades que ofrecer a los turistas nacionales y extranjeros.
Lambayeque tiene un rico pasado ancestral, que se remonta incluso hasta la mismísima etapa llamada por los arqueólogos como Pre Cerámica, es decir cuando los grupos humanos estaban en la transición de lo nómade a lo sedentario.
Las investigaciones arqueológicas que se realizan en las zonas de Ventarrón, Collut y Santa Rosa, los dos primeros ubicados en el distrito de Pomalca y el segundo en el de Pucalá, ambos en la provincia de Chiclayo han demostrado que ya hace más de tres mil años, había una población con cierto grado de organización y con una cosmovisión, que ha permitido que nos dejen el mural polícromo más antiguo de América y una de las más antiguas del norte del país, contemporáneo con la Ciudadela de Caral.
Entonces vemos que en el ámbito geográfico, de lo que ahora conocemos como región Lambayeque, en los últimos tres milenios, ha sido escenario del florecimiento, desarrollo y desaparición de grupos humanos que nos han dejado como herencia un sin número de monumentos arqueológicos, que pasan de mil, de los cuales, apenas un 5% están siendo investigados por nuestros arqueólogos.
De corazón guerrero
De todos nuestros antepasados, sin duda que son los Mochicas los que nos han transmitido costumbres que aún hoy persisten en nuestros pueblos a pesar de los siglos.
La herencia tangible de los antiguos lambayecanos las podemos ver hoy en los distritos como Monsefú, Santa Rosa, Reque, Mórrope, Mochumí, Túcume, Illimo entre otros, su población sigue practicando ancestrales hábitos en su vida cotidiana.
Por eso, es rescatable la labor que desde hace unos años realiza el Gobierno Regional de Lambayeque para conocer más nuestro pasado y fortalecer nuestra identidad regional.
Cultura viva
La criatura llora y no hay remedio que lo haga callar. El gasto en la farmacia ha sido en vano, pues el wawa (1) sigue llorando. Debe estar "ojeado" (2) señala doña Anastacia Chapoñán, una anciana, cuya edad se pierden entre los pliegues de sus arrugas.
Ella es el médico del caserío y sus conocimientos sobre cómo curar con plantas, las recibió de su abuela, quien a su vez lo hizo de su madre, y ésta de su abuela y así, la transmisión de conocimientos se remonta por varios siglos hasta los Mochicas.
La presencia de expresiones mochicas en la población de la región Lambayeque, sin duda se manifiesta en las zonas rurales de los distritos de Monsefú, Ciudad Eten, Mórrope en mayor grado y en Túcume, Mochumí e Íllimo en menor grado.
La rica y espumosa chicha de maíz servida en labrados "potos" y singulares "cojuditos", está presente en todas las viviendas rurales. La calabaza, una de las plantas que sembraban los Mochicas y los Lambayeque, cuyos frutos son semejantes a los zapallos, se sigue usando para la fabricación de objetos útiles en la cocina.
Y actualmente es usado como plato en el "mate", o como jarrón en la "chicula" o como un recipiente grande, llamada "lapas" para lavar incluso ropa. Incluso, una calabaza seca que recibe el nombre de "checo" es usada como rueda de una rústica carretilla fabricada con palo de "pájaro bobo", una planta que crece en el lecho de los ríos Reque, La Leche, Motupe, Zaña y otras quebradas y que sirve para armar las paredes de las viviendas abrigadoras, que tienen como soporte a los duros "horcones" del algarrobo.
Y es el algarrobo, la varilla de fierro Mochica. Él soporta el peso del techo, tejido con caña brava y con carricillo cubierto con emplasto con arcilla batida, que tiene una consistencia para soportar las lluvias de verano.
Este árbol de corazón duro es usado en la labranza de los suelos. O como puente sobre los canales y acueductos que cruzan la campiña lambayecana. Por ejemplo, los puentes de muchos caseríos son confeccionados con vigas de algarrobos, cubiertos por paja y tierra.
Y en las viviendas rurales y hasta de los pueblos capitales de algunos distritos como Pítipo, Íllimo, Pacora, Túcume, Salas y Jayanca, siguen usando la arquitectura Mochica, con sus habitaciones amplias y poca ventilación, y con sus pilares de troncos de algarrobo.
Además el algodón llamado nativo, es una muestra que antes que los españoles trajeran el algodón de procedencia egipcia, ya los Mochicas sembraban y usaban el algodón de colores. Desarrollaron una exquisita técnica textil y sus mantos y tejidos aún perduran en las tumbas desenterradas.
Las manos lambayecanas de hermosas mujeres siguen hilando, siguen tejiendo, siguen produciendo hermosos tejidos para el uso diario con el exquisito algodón nativo.
No se queda atrás el uso del "cuncuno", el overo, el zapote, de la corteza del algarrobo, del llantén, de la cola de caballo, de la cáscara de papa y del pelo de los choclos, por nombrar solo algunos de los productos vegetales que siguen usándose para curar los males.
No hay caserío en las provincias de Lambayeque y Ferreñafe que no tenga a su "curiosa o curioso" como les llaman a las personas que saben preparar brebajes para el cólico o para cualquier malestar o colocar emplastos de arcilla con jugo de hojas y tallos de diversas plantas.
No hay fiesta dónde no esté presente la rica chicha de maíz de jora, elaborada de maíz colorado o alazán. No hay cocina por más humilde que sea que no tenga un mate, un poto, un cojudito. No hay cholo o chola alguna que con orgullo muestre sus lindos tejidos en un domingo fiestero.
Es el alma Mochica que está presente en este pueblo rescatando el idioma Muchick. Como diría el gran Señor de Sipán, "Maeich muchik chipan sieameiñ". (Somos mochicas, aún vivimos)
Pueblo laborioso
Para el famoso arqueólogo Walter Alva Alva, el pueblo Mochica fue un pueblo muy laborioso, que desarrollaron sus conocimientos en casi todas las actividades humanas.
Fue una civilización de agricultores, artistas, pescadores y guerreros que alcanzaron un alto desarrollo y compleja organización, siendo el más conocido y singular legado, su artística cerámica, mayoritariamente depositada como preciada ofrenda a los muertos.
Ellos lograron desarrollar técnicas en la metalurgía del cobre, la plata y las aleaciones, para producir a gran escala, ornamentos para los grandes señores, herramientas para la agricultura y armas para los guerreros.
La agricultura fue el sustento de la economía Mochica. Ubicaron cada cultivo en su ambiente, respetaron los bosques y sembraron plantas alimenticias como maíz, papa, yuca, pallares, zapallo, camote, maní y variedad de frutales. Para uso industrial cultivaban el algodón, la totora, la calabaza y para sus construcciones la caña y el algarrobo.
La historia de los guerreros
Los Moches o Mochicas, surgen y se desarrollan entre los siglos I y VI d.C., teniendo como escenario la larga y angosta franja desértica de la costa norte del Perú, extendiéndose desde Piura por el norte hasta Huarmey por el sur, en unos 600 kilómetros, desarrollando una cultura basada en una organización de pequeños reinos o señoríos locales.
(1) Wawa. Vocablo quechua que significa niño.
(2) Ojeado. Creencia en los pueblos de Lambayeque, de que una persona de mirada fuerte, impacta negativamente en un niño menor de 5 años.
Lea más noticias del Perú en la sección Nacional
Comparte esta noticia