La empresaria Mariana Costa conversó con Raúl Vargas sobre la necesidad de acercar la tecnología a los jóvenes, sobre su encuentro con Obama y sobre el futuro de Laboratoria.
La mayoría de peruanos se familiarizó con Mariana Costa Checa (30) como la joven que en junio de 2016 se reunió con el entonces presidente Barack Obama y con Mark Zuckeberg, el fundador de Facebook. Pero su trayecto es mucho más largo. El 2004 comenzó a estudiar en el exterior y el 2014 volcó su década de experiencia afuera en la fundación de Laboratoria, un proyecto por el que ya se graduaron 400 mujeres de forma gratuita (y de forma exclusiva) en el campo tecnológico. Raúl Vargas conversó con ella sobre su pasado, su presente y su futuro en el segundo episodio de Fuera de Serie.
Perteneces a una generación que tiene inquietud y es polifacética. No se puede decir que se haya dedicado exclusivamente a algo, sino que ha buscado muchos caminos y los han recorrido complementariamente. Hay una dimensión de vida mucho más amplia. ¿Es así o no?
Yo creo que sí. Creo que las cosas han cambiado y que este es un mundo más flexible en muchas formas. Los jóvenes en general tenemos la posibilidad de que la carrera que estudiamos no sea lo único que nos limita, no nos haga estar toda la vida en un rubro. Creo que la educación está cambiando, el mercado laboral está cambiando. Muchas cosas que antes eran muy definidas en compartimentos separados hoy se empiezan a mezclar y a darnos más posibilidades de ir probando, descubriendo e intentando nuevas cosas.
Tú estudiaste primero relaciones internacionales en el London School. Estamos hablando de un nivel académico de primer orden. Estuviste antes en el San Silvestre. Tienes una formación plural desde el comienzo.
Creo que tuve la suerte de tener una buena educación escolar que después me abrió las puertas para ir a afuera. Hacer mi carrera en el extranjero, en particular en una ciudad como Londres, que es tan diversa con gente literalmente de cada rincón del mundo, que trae historias distintas, fue súper valioso para mí.
En ese periodo de estudios, ¿qué pensabas que ibas seguir haciendo cuando te graduaras?
La verdad es que siempre quise volver. Me fui con la idea de estudiar, ganar experiencia afuera y prepararme para regresar al Perú y trabajar acá. Siempre tuve ganas de trabajar de alguna manera en forma social, pero claro, no sabía bien cómo. Siempre digo que a uno le hacen elegir su carrera y su futuro a una edad muy temprana. Acá terminamos el colegio a los 16 o 17 años. Honestamente no tenía idea cómo, pero sí tenía claro que quería hacer algo aquí.
Y por supuesto tu familia te apoyaba ya desde ese momento en tus inquietudes.
Tuve mucha suerte. Mi familia me apoyó. A pesar de que mi mamá sufrió todos los años que no estuve acá, me extrañaba, me dieron esa oportunidad de ir a vivir afuera e independizarme a una edad temprana.
Pero luego no se cumple tu deseo de regresar de inmediato. Había un destino universalista, mundialista.
Estar afuera me dio a probar un poquito de esa experiencia ser independiente, de vivir en un entorno donde conoces gente de todas partes, de realmente conocer el mundo. Me abrió nuevas ganas de seguir viviendo eso y decidí posponer un poquito más mi regreso para también trabajar afuera. Conseguí una práctica en Washington D.C., en la Organización de Estados Americanos (OEA), que luego se convirtió en un trabajo y acabé pasando allí varios años más de los que originalmente los había pensado.
¿Cuál fue el recorrido en la OEA?
Como practicante entré al Consejo Permanente y estuve muy involucrada en la negociación de una resolución para universalizar el acceso al registro civil. Todavía hay una tasa de subregistro en América Latina, en zonas donde el Estado no tiene presencia y básicamente no se registra el nacimiento de los bebés, lo que conlleva a una serie de problemas posteriores. Después entré al área ejecutiva de la OEA, donde tuvimos proyectos de asistencia técnica con gobiernos en la región para trabajar con ellos en incrementar el acceso al registro del nacimiento, asegurarnos que todos los niños pudieran estar inscritos y con estado civil claro.
¿Qué ibas descubriendo en todos estos trabajos? ¿Acentuabas el afán social por un lado, pero también había multiplicidad de aspectos por abordar en ese terreno?
Me encantó ese trabajo. Tuve la suerte de tener un jefe bastante bueno que me impulsó a viajar muchísimo. Tuve la oportunidad no solo de trabajar en Washington, donde se puede trabajar muy cómoda haciendo desarrollo, sino también de pasar tiempo en las comunidades donde estaba el impacto de nuestro trabajo. Estuve en comunidades indígenas en Guatemala, El Salvador, Haití. Creo que ahí pude ver la otra cara de la moneda, todas las dificultades que hay y realmente llevar un servicio público a zonas alejadas.
Y además, ver sobre todo la variedad de culturas y de estilos de vida, que es otra cosa que normalmente el Perú exhibe como algo que cuando vienen algunos visitantes se sorprenden. Tenemos desde niveles de modernidad hasta niveles de atraso, pero sobre todo pluralidad cultural.
Sí, creo que ese es un elemento valiosísimo para todo, para uno forjar su perspectiva de vida. Tener esa diversidad en nuestras experiencias, en las relaciones que formamos con personas que por quienes son, tienen una manera distinta de ver el mundo. A veces es una manera que nos puede chocar o parecer muy distinta a la nuestra, pero en un entorno donde se dé eso y eso conviva, creo que es fundamental para tener un punto medio.
Luego del trabajo y los estudios que realizaste, ¿en qué momento decides dedicarte a un trabajo social, comunitario y sobre todo educativo, lo que supone una especialización o estudios al respecto?
Después de mi trabajo en la OEA fui a hacer una maestría a Nueva York y ahí estudie administración pública y desarrollo. Al terminar la maestría dije que ya era el momento de regresar, ya fueron varios años.
¿Qué edad tenías en ese momento?
Me fui a los 18 y hasta los 27 estuve entre estudiando y trabajando. Quería volver y por cosas de la vida, se dio la oportunidad de comenzar algo propio. Regresaba con mi esposo que no es de acá. Un amigo mío de la maestría también se mudaba a Perú y los tres acabamos uniéndonos y diciendo por qué no comenzamos algo nosotros. Yo conseguí un trabajo, porque de algo teníamos que sostener a nuestra familia.
¿Ya tenían hijos?
No, no teníamos hijos felizmente (risas). Las cosas se dieron y nos dimos con esta oportunidad enorme. Empezamos a trabajar en la industria de la tecnología y nos dimos cuenta que hay esta gran demanda de talento y esta necesidad de que traer a más mujeres traer a este sector de gran crecimiento. Así comenzó algo como Laboratoria. Poco después de llegar acá, unos meses después, identificamos esa oportunidad. Fue algo que nos emocionó muchísimo a todos y nos dio la fuerza para intentar resolver este problema.
LA NUEVA EDUCACIÓN
¿Qué fue lo que investigaron como posibilidades a emplear en un emprendimiento singular?
Hay varias cosas. Lo primero es que el mundo laboral está cambiando y por ende, la manera en la que tenemos que prepararnos para ese mundo laboral también. En la economía del futuro habrá una cantidad de oficios que hoy ni sabemos que existen. Dicen que los niños que están empezando el colegio hoy están entrando a un sistema educativo los tiene que preparar para lo incierto porque no tenemos idea, casi la mitad de esos trabajos van a ser cosas que no conocemos Es este concepto de aprendizaje para la vida. Ya no es que estudio mis tres años de instituto o cinco en universidad y luego me olvidé. Creo que continuamente debemos seguir capacitándonos.
Pareciera que hubiera un camino trazado y eso no es así. Muchas cosas van a ir cambiando.
La otra cosa que vi es que hoy la aspiración de casi la mayoría de la juventud es la universidad y creo que hay un problema ahí. La universidad es muy poco accesible. En América Latina menos del 16% de la juventud logra culminar la universidad. Algo que al final hoy es accesible a una minoría sigue siendo el principal camino para conseguir un empleo de calidad. Ahí también dijimos que tenemos que cambiar esto, tenemos que crear otras formas de preparar a la juventud para los empleos del futuro y puedan comenzar carreteras exitosas que no sean las predominantes que tenemos hoy. La universidad seguirá ahí y seguirá atendiendo a un porcentaje de la población.
Pero la misma universidad también va evolucionando y va a tener que buscar espacios para admitir otro tipo de alumnado.
Totalmente, yo creo que la universidad tiene que reformarse.
Hay la necesidad, el imperio y el riesgo de que la metodología acierte o fracase. Hay una tarea de experimentación y validación.
Sí y creo que eso es parte de lo que nosotros hacemos y es una de las mejores cosas. Al ser un emprendimiento social tenemos la posibilidad de tomar algunos riesgos, de continuamente estar probando cosas nuevas, ir validando hipótesis e ir evolucionando nuestro programa en respuesta a eso. Ya hoy, en los tres años que tenemos, el programa ha cambiado de manera significativa porque continuamente estamos validando ideas, probándolas y ajustándolas. Eso nos da una gran ventaja.
¿Por qué ‘Laboratoria’, qué significa? Evidentemente hace énfasis en la experimentación y que proponen un camino a trazar, es una reinvención continua.
Así es. Creo que el nombre nos ayudó. Teníamos varias alternativas y felizmente una amiga nuestra que es diseñadora nos ayudó. Los nombres que a mí se me habían ocurrido antes eran bastante menos buenos.
¿Cómo cuáles por ejemplo?
Al principio se llamaba ‘Programando el Futuro’ (risas)
Eso es un eslogan.
Sí, exacto, es un eslogan. Laboratoria hace referencia a un laboratorio, que es un espacio recreativo donde se están construyendo cosas nuevas, pero es femenino porque nuestro público principal son mujeres.
Eso es fundamental que nos expliques. ¿Por qué esta decisión, que no llamaremos unilateral pero sí es ciertamente curiosa?
Sí, es muy importante aclararlo. Es porque en el sector de tecnología hoy día las mujeres son una marcadísima minoría. En el Perú menos del 7 % de los desarrolladores de software son mujeres y es más o menos similar en América Latina y en el mundo. Esto es algo que es inminente cambiarlo por varios motivos. Primero porque si no las mujeres nos estamos quedando fuera de donde van a estar los empleos del futuro. La tecnología es una parte cada vez más importante del trabajo. Lo que viene hacia adelante, la inteligencia artificial, la robótica, todo esto tiene su base en la tecnología. Si las mujeres no nos preparamos para ese tipo de trabajo desde hoy, nos vamos a quedar rezagadas y se va a construir un sector sin nuestra perspectiva. Hoy ese ya es un problema. Al final la tecnología la consumimos hombres y mujeres por igual.
En los casos de la educación tradicional se hacía una distinción entre educación para hombres y para mujeres. Se partía desde una desigualdad y un prejuicio: las mujeres son delicadas pero no tan estudiosas, los hombres son aventureros y tienen más capacidad de aprender. Prejuicios que son peligrosísimos.
Es por eso que hay pocas mujeres en ingeniería, en ciencias, en matemáticas en tecnología y no tiene ningún sentido. Las mujeres tenemos toda la capacidad de estar ahí y la industria nos necesita, necesita nuestra perspectiva para crear productos que respondan a nuestras necesidades. También hay cada vez más conciencia de la importancia de la diversidad en las empresas, no solo de género sino de todo tipo. La diversidad es un ingrediente fundamental de la innovación y por ende de la competitividad. Nosotros siempre decimos que Laboratoria será para hombres también el día que logremos cerrar esa brecha, pero hoy esa brecha es enorme.
RUTA EMPRENDEDORA
¿Cómo nace Laboratoria? Muy pequeñita me imagino y con mucha gente escuchándolos, pero diciendo que el mundo está poblado de sueños e intenciones.
Sí, nace muy chiquitita. Decidimos hacer un programa piloto. No teníamos financiamiento, no teníamos nada más que la idea. Decidimos probarla rápidamente. Armamos un piloto con un grupo pequeño de 15 alumnas, conseguimos un salón de clases prestado, computadoras donadas, un desarrollador que trabajaba en la empresa que creamos primero dictaba las clases. Esa experiencia pequeña nos permitió validar la idea. No salió perfecta, por supuesto que no, pero logramos al final de ese piloto de 4 meses tener algunas alumnas que habían pasado de nunca haber visto una línea de código a saber crear páginas web, a saber manejar ciertas herramientas y lenguaje de programación.
¿Cuánto toma un proceso de esos?
Ahora toma seis meses. Nuestro programa dura seis meses, pero es distinto a lo que la gente piensa cuando imagina un ciclo, porque son seis meses intensivos. Acá se estudia por lo menos 8 horas por día, 5 días por semana y son muchas más horas que además nuestras alumnas dedican al aprendizaje.
¿Cuántas profesoras son ustedes?
Tenemos normalmente para una clase de alrededor de 50 alumnas, unas cuatro profesoras. Tenemos desarrolladores con un montón de experiencia, pero también tenemos exalumnas que pasan a ser profesoras.
¿Este es el lado que viene a ser general o ya hay especializaciones, cómo son los contenidos?
Ahorita salen con un perfil de desarrolladora front-end, que es una especialización dentro del desarrollo de software. El foco del programa es en java script, un lenguaje de programación, y con eso nuestras alumnas pueden construir aplicaciones web. Están más enfocadas en la interfaz de la aplicación, pero tienen todas las habilidades para agarrar una idea y pasarla a un producto digital, para unirse a los equipos de empresa que están creando aplicaciones, nuevos servicios digitales, nuevos productos digitales.
El vínculo entre lo educativo y lo laboral está estrechamente unido, se va avanzando por escalas.
Nosotros somos un programa de inserción laboral, realmente. El foco principal de todo lo que hacemos es darle a nuestras egresadas una carrera en tecnología, no solo un empleo si no la posibilidad de empezar una carrera escalable.
Y en un plazo relativamente corto.
Son 6 meses intensivos, pero son casi mil horas de formación. Luego hacemos la intermediación laboral y aseguramos a todas nuestras egresadas que han terminado con el nivel adecuado a hacer esa intermediación laboral.
Cuáles son los requisitos para poder ingresar.
En junio vamos a tener una convocatoria abierta. Para postular es muy abierto. Buscamos a mujeres mayores de 18, porque es un programa de inserción laboral, que todavía no hayan tenido acceso a educación superior de calidad, que estén en busca de esa oportunidad y por limitaciones económicas no la hayan podido conseguir. Para inscribirte a postular, solo es eso.
En términos adicionales, con secundaria terminada.
En realidad ni eso es requisito, porque después nosotros hacemos un proceso de selección. Pueden postular pero luego nosotros medimos distintos ámbitos que nos permiten identificar a candidatas que creemos que van a tener éxito en el programa y en la vida laboral posterior. Hay pruebas de lógica, varias herramientas para medir habilidades de la vida, socioemocionales.
¿Para eso hay asistencia psicológica? ¿Quién ve todo ese tema?
Sí, tenemos todo un equipo que trabaja en todo nuestro proceso de selección que incluye un equipo de psicólogas.
¿Cómo se toma el grupo? ¿Se va creando identidad de género? ¿Cómo se imaginan el mundo y cómo se relacionan con el mundo?
Si, esa es una parte muy bonita del programa. Tener un grupo de 50 jóvenes, todas con ganas de darlo todo para salir adelante y conquistar el mundo de la tecnología.
Y que están a full time además.
Están a tiempo completo, pasan mucho tiempo juntas. Creo que es una de las cosas más poderosas del cambio que ellas viven en el programa porque realmente tienen una misión. Ellas van a salir de acá como programadoras, que además es algo difícil. El solo hecho de aprender algo que se ve tan complejo y superarlo, te da un orgullo enorme, te da una motivación de decir “yo puedo”. Ellas llevan puesta la camiseta de que vamos a cambiar esta industria de la tecnología para hacerla más diversa.
Somos un ejemplo para miles de mujeres más que de repente nunca se hubieran planteado una carrera en este sector y hoy nos ven y dicen “yo también puedo hacerlo”. Además no solo son las estudiantes. Ellas se unen a una comunidad de egresadas no solo en Lima, sino en Arequipa, en Santiago de Chile, en Ciudad de México y vamos a seguir creciendo en América Latina. Son parte de un movimiento de mujeres que están cambiando el rostro de la industria de la tecnología.
Lo interesante es que el acceso a la información que ellas tienen, independientemente de los cursos, es precisamente por esta riqueza que tiene el mundo contemporáneo y la tecnología contemporánea. Uno puede adquirir mucho más conocimiento a más velocidad, puede tener hasta entretenimiento, en fin, diversificar los contenidos. No es algo que aburra sino al contrario, va desafiando y ampliando horizontes.
Totalmente. Es muy práctico, es muy aplicado por cosas de la vida real. Creo que un elemento fundamental del programa es enseñarles a ser autodidactas también, a que cuando terminen Laboratoria no es que termina su aprendizaje. Nosotros les seguimos ofreciendo una educación continua, pero ellas tienen que cultivar esa curiosidad de siempre seguir aprendiendo por su cuenta.
¿Cómo se financia?
Tenemos nuestras líneas de ingresos propios, que son importantes. Las alumnas, por ejemplo, no pagan por los seis primeros meses, pero luego cuando consiguen trabajo ellas empiezan a pagar por el programa. La expectativa es que la mayoría logre cubrir lo que a nosotros nos costó. Además tenemos algunas líneas de servicios, en la línea de educación y temas digitales que vamos a abrir al público externo o que van a empresas que son o quieren ser empleadoras de egresadas nuestras. La idea es que pueda ser auto sostenible con estos mecanismos nuestros en el mediano plazo. Pero hasta que eso suceda, tenemos inversionistas, capital filantrópico, cooperación técnica. En algunas de nuestras sedes tenemos financiamiento del Gobierno o de algunas empresas que están de la mano de impulsar nuestra misma misión. Nuestros principales financistas son el Banco Interamericano de Desarrollo o Google.
AL LADO DEL PRESIDENTE
En junio de 2016 Mariana Costa participa en la Cumbre Global de Emprendedores de ese año, un evento organizado por el gobierno de EE.UU. En ese ese certamen conversan nada más y nada menos que con el presidente Barack Obama. Cuéntame esa experiencia tan sugestiva.
Fue una experiencia bastante surreal. Me invitaron a ser parte de ese panel y estaban el entonces presidente Barack Obama, el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, y éramos tres emprendedores: yo, una emprendedora de Egipto y un emprendedor de Ruanda. Fue la oportunidad de compartir al mundo lo que hacemos y dar nuestras perspectivas de lo que es crear emprendimientos en países y regiones como las nuestras, impulsarlas hacia adelante. Nos dio una vitrina muy grande para contar lo que hacemos y demostrar que es importante.
¿Cómo te sentías?
Acababa de tener una bebé, con lo cual toda mi mente estaba pensando en cómo hacer la logística del viaje, cómo hacerlo lo más corto posible. Así que no entré en plena conciencia de lo que iba a pasar hasta la mañana del panel. Literalmente me fui en un viaje de 24 horas e irónicamente eso me ayudo, porque no tuve ni tiempo de estar nerviosa. Creo que fue justo en el momento en el que Obama nos presentó para entrar ya al panel donde dije “esto está pasando, me voy a sentar con Obama y con Mark Zuckerberg”.
La verdad fue muy buena la experiencia, los dos fueron enormemente carismáticos, generosos en sus opiniones, en su apoyo a los emprendimientos de los tres jóvenes que estábamos ahí. Fue un motivo de orgullo grande ver que personas de su liderazgo global paran y deciden poner su atención, para ver lo que estamos haciendo desde acá, algo que empezó en Perú y que le demuestra al mundo de los emprendedores que con mucho empeño hay grandes cosas que se pueden hacer.
¿Cuál es la perspectiva y el fututo de Laboratoria? Probablemente se darán emprendimientos similares que se van a producir y multiplicar. De alguna manera puedes tener hasta sucursales.
Claro que sí. Tenemos una perspectiva de crecer bastante ambiciosa. Queremos ser la principal fuente de talento femenino TEC de América Latina para el mundo. En los próximos 5 años vamos a formar a 10 mil desarrolladoras web, desarrolladoras de software. Vamos a abrir como 15 sedes en América Latina para empezar y creo que después podríamos llegar a otras regiones. Vamos a cambiar el rostro de la industria de tecnología en nuestra región y realmente aprovechar este sector que está creciendo para convertirlo en fuente de oportunidades y transformación social en América Latina.
¿Y si Laboratoria pudiera dar asistencia a los colegios, lo haría? Para variar un poco de los programas educativos porque ahí sería un cimiento a una edad más joven.
Claro que sí. Parte fundamental es como dicen, un pipeline. Uno tiene que empezar desde la escuela. Ya hay un montón de países que están avanzando en incorporar educación en temas de tecnología desde la escuela. Así que sí, nosotros estamos abiertos a compartir lo que hacemos y colaborar con otras instituciones que entren a este rubro, que a todo nivel todos seremos más impulsando esta agenda.
¿Cómo se siente Mariana Costa después de este estupedo y alentador recorrido?
Yo me siento muy feliz por lo que hemos logrado y emocionada por lo que vamos a lograr. Creo que tengo una gran responsabilidad con mi organización, con las miles de jóvenes.
¿Cuántas colaboradoras tienes? Son tres países, no estamos hablando solo del Perú.
Sí, claro, somos casi 60.
¿De qué nivel de profesión?
Hay de todo. Tenemos un montón de developers (desarrolladores), tenemos profesores, tenemos personas que trabajan en comunicaciones, en talento, en finanzas.
Eso demuestra lo que estábamos conversando, que ya no existen estas formas educativas unívocas, que uno es exclusivamente abogado o tal o cual cosa. Eso puede permitir mucha más riqueza, porque multiplica ideas, multiplica iniciativas.
Sí, somos una organización llena de ideas, llena de talento también. Bastante joven en general, yo soy de las viejas (risas).
Comparte esta noticia