Desde que supo que su pequeño Aron, padecía de Lipodistrofia, una enfermedad huérfana, poco común en el Perú, ha hecho denodados esfuerzos para sacarlo adelante.
Ser madre es más que traer un hijo al mundo. Ellas están dispuestas a hacer de todo para sanarlos, con su mejor remedio: el amor. Y eso es lo que precisamente hace cada día la señora Martha Pacherres Ramos en la ciudad de Piura.
La llegada de un hijo siempre es una alegría, pero esta vez también vino acompañado de dolor al enterarse que el pequeño Aron, padecía de Lipodistrofia, una enfermedad huérfana, poco común en el Perú. Sin embargo, eso no la derrumbó y por el contrario, desde entonces ha hecho denodados esfuerzos para sacar adelante a sus dos ‘tesoritos’ (hijos).
Martha no está tranquila nunca. Apenas si tiene tiempo para descansar. Trabaja como docente en una reconocida institución educativa de la ciudad. Y actualmente estudia para obtener su maestría. Se la pasa entre pasillos de hospitales y se da tiempo para estar siempre muy pendiente de la formación y cuidados de los niños.
Tratamiento
Luego de muchas gestiones, logró que su hijo sea parte de Protocolo en NIH (Nathional Institute of Heath) en Maryland – EE.UU., en el tratamiento de leptina, pues este trastorno metabólico es de carácter genético.
“Hoy gracias a Dios y a la ciencia, mi hijo sigue controles acá en Piura en el Hospital Jorge Reátegui y en Lima anualmente en el Hospital Guillermo Almenara, en las diferentes especialidades”, indica.
El tratamiento en el extranjero es gratuito, sin embargo, tiene que cubrir los costos de traslado. “Como profesora tengo préstamos a entidades financieras y ahora es difícil seguir refinanciando. Por eso pido apoyo a instituciones, organizaciones, para que nos ayuden a las personas que padecemos en nuestras familias esta enfermedad”, pidió.
Pero además, viene apoyando a otra familia donde hay un caso similar. “En Piura encontré dos casos más que todavía no reciben la Leptina. Que Dios me preste vida voy a seguir perseverando para que nuestros hijos tengan una mejor calidad de vida”, señala entre sollozos, pero con la satisfacción de ver a su pequeño correr y hacer su vida normal.
“Los abrazos y besos de mis hijos me reconfortan e inyectan energía para seguir luchando por ellos” expresa la orgullosa madre. Sin duda, que Martha Pacherres, es solo un ejemplo de tantas madres que no se doblegan tan fácilmente ante la adversidad.
Por: Mayra Amaya
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