Tras los confinamientos por la Covid-19, la necesidad de no paralizar la educación escolar llevó a todos los países del mundo, incluido el Perú, a diseñar una nueva manera de continuar la educación y formación académica de los niños y futuros profesionales. Se tuvo que cambiar el modelo presencial al modelo de educación a distancia apoyándose en el uso de- Internet, TV y radio.
Sin embargo, esta situación evidenció las brechas de conectividad que existían desde hace años. En Perú de cada 100 hogares, 36 tienen al menos una computadora, el 94% son para uso exclusivo del hogar, es decir para actividades académicas, profesionales o de estudio; el 5,7% combina su uso para el hogar y el trabajo y el 0,4% lo usa exclusivamente para el trabajo, según la Encuesta Nacional de Hogares – ENAHO del 2020.
En el caso de Lima Metropolitana, el estudio confirma que en el 96% de hogares existe al menos una persona que tiene teléfono celular, en el resto urbano es 95%; mientras que, en el área rural esto desciende a 85%.
Dificultad para conectarse
“En muchos lugares del Perú no es posible la comunicación porque un gran sector de la población no tiene acceso a ese avance tecnológico”, señala Luzmila Mendívil de Peña, experta en educación de la primera infancia de la Universidad Católica.
Advierte también que la ausencia de conectividad en las zonas rurales dificulta la educación de los niños a distancia y los padres no pueden hacer mucho por desconocimiento de la tecnología. “El Ministerio de Educación se ha visto obligado a emplear a un acompañante pedagógico en las zonas alejadas para actualizar al docente en el uso de tablets y de paso ver los problemas de conectividad que se presentan en algunas zonas”, comenta.
Todo indica que la educación en Perú está dependiendo de una pantalla y a la hora de conectarse el niño depende de la calidad de conocimiento sobre tecnología que tengan los padres o el cuidador del niño.
¿Cómo lo llevan los padres y madres de familia?
Rosa Castillo tiene cuatro hijos y, en menos de un año, tuvo que aprender a utilizar el celular por primera vez. Hoy ya sabe lo que es una aplicación, hacer videollamadas por Zoom, enviar y recibir las tareas de su hija menor.
“Tengo dos hijos grandes que hacen sus tareas del colegio desde el celular, pero el problema se presentó cuando tuve que ayudar a mi hija de 7 años. Tuve que pedir que me enseñen [a usar el celular] y ahora recibo las clases junto a mi hija”, recuerda.
Admite también que uno de los problemas que enfrentó es cuando olvidaba recargar el celular o cuando debía buscar una impresora para los pedidos de la maestra. “La educación de niños por Whatsaap no es buena para enseñarles a leer. Cuando vi que ni niña tenía dificultades para leer me vi obligada a contratar a una estudiante de educación [para que la refuerce] y en seis meses de clases mejoró”, sostiene.
Las clases virtuales hicieron que Rosa esté mucho más pendiente de su pequeña para que no se distraiga y preste atención. “Es complicado que los niños estudien por Whatsapp porque a veces no tienen claro lo que explica la maestra o las tareas que le dejan, entonces debo permanecer siempre atenta a lo que le piden para explicárselo después”, refiere.
Es necesario reinventar la educación y apoyarse en las herramientas digitales para una nueva dinámica en el aprendizaje a distancia, pero también es todo un reto, refiere la psicopedagoga Ana Ruth Silva. Su experiencia con niños menores le permite comprobar que con las clases virtuales se distraen, se muestran más inquietos, reaccionan a cada momento y, con ello, los padres suelen perder la paciencia.
“La tecnología es muy útil y necesaria, pero el niño en casa se inquieta más porque está al lado de los padres y no es lo mismo que reciba clases presenciales en la escuela porque representa otro tipo de relación donde interactúa con otros niños”, comenta.
Acompañamiento constante
Grecia Ravines es madre de un niño de 7 años y ve con preocupación la enseñanza virtual porque debe sortear el principal problema todos los días: no tener internet siempre a pesar de vivir en la capital.
“Mi hijo estudia por celular, pero se le complica mucho porque a veces la maestra envía un enlace que sólo se puede abrir por computadora y como no tenemos, debo buscar una cabina pública o enviarlo a la casa de un familiar”, refiere.
Aprender a usar Zoom y tomar nota de todo lo que pedía la profesora le resultaba complicado, sobre todo al tener que equilibrar los tiempos entre su trabajo y el acompañamiento a su hijo en las clases. “Veo que mi hijo no está aprendiendo como debería porque lee con lentitud y no lo veo avanzar y necesita de un profesor a su lado porque el Whatsapp por teléfono no ayuda mucho”, señala.
Por conversaciones que ha tenido con los padres de otros alumnos ve que muchos estudiantes no cuentan con la tecnología, el espacio, ni el ambiente necesario para encontrar una mejor manera de estudiar. “Por tratarse de una emergencia tenemos que aceptarlo, pero resulta un poco frustrante, estudiar por celular o estudiar por computadora y no poder tener al frente al profesor y ver sus gestos, escucharlo”, refiere.
Aprender sobre herramientas digitales
Miriam Cuniverti tiene una hija de 14 años que pasó al primer año de secundaria durante la pandemia y tras el anuncio del cierre de los colegios y la educación virtual, el estrés y la preocupación aparecieron ya que no contaba con celular o computadora y no podía ayudar a su hija a realizar todas las tareas que su maestra le pedía.
“Hasta ahora manejar el WhatsApp se me hace un mundo. No tengo celular y poco conozco sobre cómo se utilizar el Internet, así que he tenido que pedir ayuda en las cabinas públicas para conocer algo y todo esto me hace sentir muy mal”, admite Miriam.
Además, agrega que no es fácil trabajar, atender a su hija y revisar sus tareas, todo al mismo tiempo. “Siento que su educación depende exclusivamente de mi”, afirma. Como madre por momentos le invade la tristeza al ver que otros niños tienen a padres de familia preparados o cuentan con personas contratadas para su apoyo.
Sin embargo, gracias al rendimiento académico de su hija, el colegio le prestó una laptop y han podido mejorar algunos problemas. “No veo la hora en que se reinicien las clases presenciales, que los niños tengan a un maestro o maestra que les enseñe a leer y escribir, porque recibir clases por WhatsApp los limita”, afirma.
Miriam acepta que la tecnología es parte de la modernidad, pero asegura que con la educación virtual los niños no socializan con otros niños, permanecen encerrados en casa y eso no le parece beneficioso para su formación.
La educación virtual no reemplaza la presencial
Un informe de UNICEF a finales del año pasado informó que al menos una tercera parte de los niños en edad escolar de todo el mundo no tuvo acceso a educación a distancia y el cierre de escuelas a causa del Covid-19 afectó la formación de más de 137 millones de niños y adolescentes en Latinoamérica.
Oscar Pain, psicólogo educacional especializado en el diseño, planificación y evaluación de programas educativos de la PUCP, señala que estudiar de manera virtual no afectó tanto a quienes están por culminar sus estudios, pero sí a los niños que recién los están iniciando.
“La tecnología cambió nuestras costumbres para estudiar. Pronto se recurrirá a la semipresencialidad porque hay cursos que no se pueden enseñar de manera virtual [en el caso de educación superior] como la medicina, la zoología, la ingeniería de minas o la psicología, que debe practicarse con personas”, comenta.
La brecha digital deberá acortarse para estar a la par con el cambio en los métodos de enseñanza. Los especialistas coinciden en que está claro que en el futuro las clases serán semipresenciales. Para este futuro que nos espera también se necesitaran docentes con formación tecnología. Es tiempo de innovar en educación.
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