El entusiasmo de los chilenos y los peruanos no fue el mismo. Las diferencias son notables.
La diferencia es notable. Las calles de Lima lucieron abarrotadas de fieles quienes a lo largo del trayecto del papa Francisco, desde el aeropuerto Jorge Chávez hasta la Nunciatura Apostólica, lo acompañaron con un fervor tan grande como hace 30 años, cuando arribó Juan Pablo II por segunda vez al Perú. En Santiago el panorama fue casi desolador, a lo más un centenar de fieles acudieron a recibirlo en el aeropuerto.
En Chile se habló mucho sobre la baja asistencia de fieles a las misas de Francisco. En Iquique, su último paradero en este país, se esperaba la llegada de 300 mil personas para la misa; sin embargo, según medios chilenos, se llegó a lo más a 50 mil. Esto se refleja en su cifra de católicos, solo el 60% se considera seguidor de esta religión.
La soledad versus la multitud
Francisco tuvo recibimientos multitudinarios en Sudamérica: Brasil, Ecuador, Bolivia y Colombia. Perú no defraudó, Chile, quizás. La respuesta no solo se encuentra en el cada vez más reducido número de católicos; sino también en los recientes destapes de abusos sexuales dentro de la Iglesia Católica.
En tan solo 15 años, 80 sacerdotes y otros religiosos fueron acusados de abuso, incluso a menores de edad. Al menos, 45 de ellos ya fueron condenados por la justicia eclesiástica o civil. Es precisamente en Chile en el que se registraron quemas de iglesias, previa a la llegada del sumo pontífice.
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