Un 4 de noviembre de 1816 nació en la calle Afligidos (hoy jirón Caylloma N.º 125) Francisco Bolognesi Cervantes, el soldado que decidió defender a su patria "hasta quemar el último cartucho".
Hijo de un padre italiano y una madre arequipeña, Francisco Bolognesi nació el 4 de noviembre de 1816 en una casa de la cuadra 1 del jirón Cailloma, en Lima. A los 8 años se mudó a Arequipa con su familia. Tras la muerte de su padre (1834), dejó los estudios y se dedicó a trabajar para contribuir en la economía familiar. Demostró ser muy hábil en los negocios y a con solo 23 años (1840), emprendió un aventura propia de explotación de café y coca en Puno. Un año antes se había casado con su primera esposa, María Josefa de la Fuente y Rivero, con quien tuvo cuatro hijos: Francisco (1839), Rosa (1841), María (1843) y Margarita (1845). Con su segunda esposa, Manuel Medrano Silva, tuvo cuatro hijos más: Enrique (1860), Federico (1861), Augusto (1864) y César (1866).
Luego de participar casi por accidente en la Batalla de Carmen Alto (Arequipa, 1844), donde el gobierno de Miguel Ignacio de Vivanco fue derrocado por las tropas de Ramón Castilla, este le ofreció un puesto en su ejército, pero lo declinó para enfocarse en su familia y sus negocios. Fue recién en 1853 que Francisco Bolognesi se unió a las Fuerzas Armadas como teniente coronel en las fuerzas de Castilla, con quien derrotó al gobierno de José Rufino Echenique en la Batalla de La Palma (Lima, 1855). Para este entonces, ya se había especializado en artillería gracias a su habilidad para las matemáticas. Leal a Castilla y los gobiernos constitucionalistas que le siguieron, llegó a ser Comandante General de Artillería (1862) y gobernador del Callao (1968) antes de retirarse en 1871.
El coronel en la Guerra. Ante el estallido de la Guerra del Pacífico (1879), Francisco Bolognesi se reintegró al Ejército con 62 años como Comandante de la Segunda División a cargo de la campaña terrestre del Sur. Participó en la derrota peruana en San Francisco y en la victoria de Tarapacá de ese mismo año. Al año siguiente, asumió el mando de las fuerzas peruanas en el puerto de Arica, sitiado por los chilenos y con alrededor de solo 1,500 soldados. Fue allí donde se concretó su acto heroico más famoso.
Tras la derrota peruana en Tacna (26 de mayo de 1880) y la la espera de llegada de refuerzos, Francisco Bolognesi y sus oficiales de reunieron y decidieron morir antes que rendirse a Chile. El 5 de junio, un parlamentario chileno se reunió con el comandante peruano y sus oficiales para pedirles que se rindan, citando la superioridad numérica y de armas que tenían. La respuesta de Bolognesi fue quizás la frase célebre más conocida de la historia del Perú: “Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”.
Héroe indiscutible. Tras escribirle una última carta a su esposa, el héroe nacional y sus tropas se enfrentaron a los chilenos el 7 de junio, cayendo derrotados. “¡No hay que rendirse! ¡Miserables! ¡Viva el Perú!”, fueron sus últimos palabras. Poco después de su muerte en el campo de batalla, los chilenos ordenaron que cese el fuego. Sus restos fueron traslados a Lima en julio de ese mismo año, donde actualmente descansan en la Cripta de los Héroes del Cementerio Presbítero Maestro.
"Allí cae Moore como tantos otros, atravesando por una multitud de proyectiles y el coronel Bolognesi, el viejo amigo, el anciano venerable, inclina su frente y cae con el alma serena y el rostro plácido y sonriente... una bala le había atravesado el corazón. Cuando volvimos al campo de los muertos buscando los cadáveres de Ugarte y de Zabala, encontramos el cuerpo frío del que fue nuestro jefe. Me detuve un momento en contemplarlo y aun conservo la impresión que me produjo la disposición del cadáver profanado momentos antes; los bolsillos del pantalón estaban vueltos hacia fuera, se le había despojado de la chaquetilla y de las botas y un feroz culatazo le había descubierto la parte superior del cráneo, derramando la masa cerebral sobre el tosco lecho de granito..." - (Mis Recuerdos, testimonio de Roque Saénz Peña publicado por la revista Juventud de Arequipa, 1905).
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