Resulta chocante que en la cúspide del Estado no se respeten formas elementales de armonía y que unos ministros intriguen para provocar la caída de otros funcionarios.
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Si la permanencia del ministro del Interior en el gabinete parecía ayer un despropósito, hoy ha escalado un poco más hacia la condición de inaceptable. Y es que Luis Barrenzuela ha dado una muestra contundente de su capacidad de hacer daño al Estado. El ministro denigró en público a una institución como DEVIDA, que tiene la difícil tarea de sustituir el cultivo de coca por formas sostenibles de agricultura. Barrenzuela ha denunciado la supuesta corrupción en DEVIDA, atribuyéndole malos manejos de los recursos obtenidos de la Cooperación Internacional. Al hacerlo pone en evidencia su ignorancia sobre un tema que debía conocer en su calidad de ex oficial de la Policía. El Perú es hoy un país de ingresos medios que recibe cada vez menos ayuda destinada a los países en desarrollo. La pandemia por otra parte ha dificultado el trabajo, obstaculizando los desplazamientos en el VRAEM, región en la que se produce la mayor cantidad de plantas de coca.
¿Por qué el ministro se propone desestabilizar una institución que no depende de su sector, sino directamente de la Presidencia del Consejo de Ministros? ¿Pretende Barrenzuela llenar el vacío que ha dejado Bellido y polarizar el gabinete en torno a sus intervenciones belicosas? En todo caso, lo que ha conseguido es la renuncia irrevocable de un funcionario que, a diferencia de él, no tiene ningún cuestionamiento. Resulta chocante que en la cúspide del Estado no se respeten formas elementales de armonía y que unos ministros intriguen para provocar la caída de otros funcionarios. Ya lo vimos con Bellido, atacando sobre todo al ministro de Relaciones Exteriores. Y conocemos cómo terminó esa historia: Maurtua sigue en su cargo y Bellido ni siquiera comprendió por qué el presidente le solicitó su renuncia inmediata.
Las cosas como son
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