El lunes 5 de junio se cumplió un año de la realización de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que permitieron el acceso a la presidencia de Pedro Pablo Kuczynski, en desmedro de Keiko Fujimori, a la que todas las encuestas daban por ganadora.Así como García Lorca se quejaba de la muerte de un torero caído en la arena "a las cinco de la tarde, ay que terribles cinco de la tarde", ese domingo 5 fue desolador para quienes esperaban un sólido triunfo del fujimorismo.Fue, en efecto, una campaña desalmada que volteó la tortilla en el último minuto pero que dejaría abierta una herida que los siguientes cinco años de gobierno habrían de reconocer.Esta realidad no es producto de la imaginación, puesto que los perdedores aunque al final aceptaron los resultados se quedaron convencidos que les habían arrebatado la silla presidencial de mala manera. Lo primero que se dijo, en consecuencia, fue que se trataba de un triunfo írrito de PPK, pero que al mismo tiempo resultaba pírrico, porque Keiko tenía a su disposición una inobjetable y fuerte mayoría parlamentaria, a la postre capaz de romperle la cabeza a quien fuere.Como resultado de estos hechos, bien puede deducirse, que casi transcurrido un año las cosas no han ido bien, pues que por estas casualidades negativas, jamás el fujimorismo iba a dejar de curar sus heridas sin demostrar un ejercicio manifiesto de poder. Un deporte que parece quieren practicar no es el vóley y su saque mate, sino el jaqueo de ministros.Ya va uno y pueden seguir así: "ay mis cabellicos maire, uno a uno se los lleva el aire". Menos clásico, pero amenazante, el congresista Luis Galarreta con gesto irritado dice "no habrá alianza con PPK en próximos años". Nadie pide tanto, entonces ¿por qué este amargo pesimismo?Todos reconocen, al mismo tiempo, que algunos errores de la administración pepekausista, no son resultado de alguna mala fe de sus opositores porque ellos son débiles en el congreso. Se han dado signos de descoordinación en el mismo gabinete e idas y vueltas que han ido señalando fallas políticas que tienen su precio.Crecen los rumores que no hay unidad de criterio ni coincidencia en el propio gabinete. ¿Se disparan o no por su cuenta algunos ministros, sujetos a la humana tentación del protagonismo? Otros dicen que hacen falta ministros más políticos, más tácticos, más matreros. Puede que sean tan solo las primeras letras de un primer año de aprendizaje.Si uno pone atención a las encuestas y a la opinión del ciudadano común y corriente advertirá que tanto cubileteo no es de su satisfacción y que frente a los grandes desafíos que se traducen en la recuperación económica y la reconstrucción. El no procurar unidad democrática -así como en el caso de la legislación electoral- es errar el camino y dejar atrás las esperanzas de un buen gobierno -incluyendo ejecutivo, legislativo y judicial.