La Asociación Civil Transparencia fue fundada en julio de 1994, dos años después de que se perpetrara un golpe de Estado y a menos de un año de elecciones generales.
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La Asociación Civil Transparencia fue fundada en julio de 1994, dos años después de que se perpetrara un golpe de Estado y a menos de un año de elecciones generales. La democracia peruana había mostrado su precariedad, pero los indicadores económicos mejoraban y el Estado había logrado derrotar a dos movimientos terroristas.
Transparencia demostró organización y destreza para observar el desarrollo de las elecciones y de hecho sus proyecciones reforzaron la credibilidad de los resultados oficiales, favorables al candidato repitente Alberto Fujimori. Entretanto ha logrado movilizar hasta 20 000 voluntarios, deseosos de contribuir para que la transparencia electoral no sea vulnerada. Ha contribuido también con el perfeccionamiento del sistema democrático, a través de propuestas de cambios legislativos, de respaldo a la formación de dirigentes partidarios y sobre todo de facilitar el diálogo entre autoridades del Estado y actores de la sociedad civil.
La generación de los fundadores ha cedido lugar a dirigentes jóvenes habitados por los mismos valores de Felipe McGregor, Luis Jaime Cisneros, Rafael Roncagliolo, Alan Wagner y Pepi Patrón.
Transparencia vive en su propio seno lo que es su propuesta para la sociedad: mantener la unidad en medio de la diversidad de sensibilidades y orientaciones políticas. Entre sus dirigentes figuran empresarios, académicos, miembros de asociaciones, funcionarios y militantes de Derechos Humanos.
No siempre es fácil el funcionamiento de una institución que promueve la pluralidad de opiniones. Pero en este caso es una exigencia de su credibilidad. Según sus propias encuestas treinta por ciento de sus miembros se considera de izquierda, treinta de derecha y treinta de centro. Acaso esas son también las cifras del conjunto de la sociedad. La exigencia en uno y otro caso es la misma: no ceder a la tentación del insulto y la caricaturización de los que no piensan como uno.
A falta de una ideología compartida, lo que sí se comparte son los objetivos: vivir en una sociedad bajo el imperio la ley y gobernada de acuerdo al mandato de las urnas.
Las cosas como son
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