Cada vez está más claro que no existe armonía en la cúspide del Estado. Y la razón es simple: Cerrón mantiene una arcaica visión del partido, concebido como “la vanguardia del pueblo”, tal como lo teorizó Lenin hace más de cien años.
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Si el Primer Ministro pretendió crear incertidumbre y dudas sobre su liderazgo, no habría podido proceder de mejor manera. Varias horas después de haber concedido una entrevista al portal digital SUDACA, Guido Bellido creyó oportuno “aclarar que, si bien es cierto que he recomendado la renuncia del ministro de trabajo, eso no significa que él haya renunciado”. Su tardío tuit evidencia una mala coordinación con el presidente Castillo y una penosa dificultad para tomar decisiones, pero en este caso también se muestra desafinado con la línea del jefe de Perú Libre, quien había elogiado que “lo que no pudieron con la fuerza algunas bancadas, el premier lo hizo tras la confianza democráticamente delegada”. Cada vez está más claro que no existe armonía en la cúspide del Estado. Y la razón es simple: Cerrón mantiene una arcaica visión del partido, concebido como “la vanguardia del pueblo”, tal como lo teorizó Lenin hace más de cien años.
La oposición, por su parte, parece dividida. Hay quienes quieren embestir frontalmente contra el gobierno hasta forzar la vacancia presidencial. Otros, con mayor arraigo en las regiones, creen que pueden obtener concesiones y mejorar la imagen de un gobierno en el que sigue habiendo ministros con graves cuestionamientos. Béjar primero y ahora Maraví cayeron porque no parecen sintonizar con la principal lección aprendida durante la guerra contra el terrorismo: el rechazo de la violencia como método político, es decir el respeto sin ambigüedades del valor de toda vida humana. La acción de Sendero Luminoso, inspirada por un ramplón materialismo maoísta, repudió en la teoría y en la práctica esa dignidad.
Las cosas como son
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