Investigadores descubrieron que el esqueleto calcáreo de muchos invertebrados marinos, como las esponjas, podría ser el resultado de una asociación simbiótica con bacterias.
Un grupo de investigadores españoles ha descubierto que el esqueleto calcáreo de muchos invertebrados marinos, como las esponjas, podría ser el resultado de una asociación simbiótica con bacterias, informó hoy el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC).
Según el estudio, llevado a cabo por investigadores del CSIC dirigidos por la profesora Iosune Uriz y publicado en la revista Evolution, las esponjas marinas, los animales pluricelulares más antiguos que existen, albergan un tipo de bacterias, bautizadas como calcibacterias, que producen microesferas de carbonato cálcico.
A diferencia de las bacterias más comunes, las calcibacterias no tienen pared bacteriana y se dividen en el interior de las células de diversas esponjas hasta que quedan atrapadas en una envoltura calcárea que ellas mismas fabrican.
Miles de estas bacterias calcificadas son transportadas por las células de la esponja a la superficie del animal, donde se acumulan formando un esqueleto externo rudimentario.
Hasta ahora no se habían encontrado bacterias que se calcificaran en el interior de células animales, aunque sí algunos indicios, como la presencia en el genoma de algunas esponjas de genes implicados en la calcificación de origen bacteriano.
Los investigadores también han observado que las calcibacterias son transmitidas desde la esponja madre a la progenie durante la formación de los embriones, con lo que se asegura la continuidad de la simbiosis y de la producción del "proto-esqueleto" calcáreo a través de las distintas generaciones de esponjas.
El hallazgo representa una nueva vía de investigación de los mecanismos que dieron lugar en el período Precámbrico a las distintas formas animales que ahora conocemos, y es un ejemplo de cómo las interacciones entre seres vivos generan un alto grado de novedad biológica, indican los investigadores del CSIC.
Los autores han dedicado el trabajo a la memoria de la bióloga estadounidense Lynn Margulis, recientemente desaparecida, quien participó activamente en la discusión de los resultados.
Fuente: EFE
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