Los restos momificados de Ötzi, que tenía aproximadamente 46 años cuando murió, fueron descubiertos en 1991 en un glaciar en territorio italiano.
A Ötzi, la momia del Neolítico conocida como "el hombre de los hielos", le han salido 19 parientes vivos en los Alpes austríacos 5.300 años después de su muerte. Aunque ninguno de ellos sabrá de ese lejano lazo familiar.
Los restos momificados de Ötzi, que tenía aproximadamente 46 años cuando murió, fueron descubiertos en 1991 en un glaciar en territorio italiano. Su excelente estado de conservación lo convirtió en una sensación científica al aportar una enorme cantidad de datos biológicos e históricos sobre la Edad de Bronce.
"El "hombre de los hielos" y estas 19 personas tienen un antepasado común, lo que les emparenta", explica a Efe Walther Parson, el director de la investigación que halló el parentesco y experto en biología molecular forense en la Universidad de Medicina de Innsbruck (Austria).
"El hallazgo ha sido una causalidad", reconoce, ya que el proyecto original que dirige trata sobre la historia de los asentamientos humanos en los Alpes tiroleses.
Para esa iniciativa se tomaron muestras de sangre de 3.713 voluntarios austríacos y al cruzar los datos con el perfil genético de Ötzi se descubrió que 19 de ellos tenían lazos de parentesco debido a un antepasado común que probablemente vivió hace 10.000 años.
El parentesco se trazó a través del cromosoma Y, que se transmite casi sin cambios de padre a hijo, y dentro de él gracias a un marcador genético que lo situó en el haplogrupo G-L91.
UN HAPLOGRUPO MUY RARO
Los haplogrupos son muy útiles a los investigadores para conocer la historia de los asentamientos humanos, rastrear de forma efectiva los ancestros y trazar los orígenes de las poblaciones.
El haplogrupo G-L91 es muy raro hoy en día en Europa aunque, según Parson, "en las regiones alpinas la concentración de personas con ese parentesco es mayor".
"19 de 3.713 supone más o menos un 0,5 % de los voluntarios. No esperaría un resultado así si tomáramos pruebas, por ejemplo, en Madrid", indica el investigador.
Una de las zonas donde el haplogrupo G está presente es en Oriente Próximo, precisamente el punto de partida de la migración de los modernos humanos a Europa hace 40.000 años.
Debido a las leyes de protección de datos que ampara esa investigación, los 19 parientes de Ötzi no podrán saber que lo son, ya que todos los análisis realizados son anónimos para proteger la esfera privada de los voluntarios.
Y el investigador reconoce que desde el punto de vista científico no se pueden sacar más conclusiones del hallazgo del parentesco.
"Elementos como enfermedades, la apariencia exterior o predilecciones personales también están determinados genéticamente, pero se encuentran en otros cromosomas del ADN que se mezclan entre padre y madre y que, después de tanto tiempo, no pueden rastrearse", afirma.
Lo "impresionante" es poder rastrear esta relación de parentesco tanto tiempo después gracias a información que se almacena en el ADN, aunque el investigador recuerda que cada humano tiene una cantidad enorme de antepasados.
"Siempre tenemos dos progenitores y si lo proyectamos hacia el pasado aparecen una enorme cantidad de parientes, más de los que pudiéramos imaginar", concluye Parson.
Los análisis médicos anteriores practicados a los restos de Ötzi revelaron que tenía diferentes tipos de infecciones, además de calcificaciones en su sistema vascular debido a su dieta, aunque su muerte se debió a algo más expeditivo.
Según los científicos, Ötzi, un cazador, murió desangrado por un ataque con flechas y sufrió diferentes traumatismos, probablemente en un enfrentamiento con miembros de una población hostil.
Desde su muerte se conservó momificado a casi 4.000 metros de altura y a muy bajas temperaturas durante cinco milenios, hasta que fue descubierto de forma accidental para una "segunda vida", mucho más importante desde el punto de vista científico que la primera.
EFE
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