Además, según las evidencias arqueológicas estudiadas, las personas que resultaban heridas o que sufrían algún tipo de incapacidad física eran cuidadas por la comunidad.
El hombre de Neandertal tenía un profundo y arraigado sentido de la compasión, según un estudio difundido hoy por la Universidad británica de York, que revela que estos antepasados del hombre actual buscaban el bienestar del prójimo.
La investigación indica que el Homo Heidelbergensis y el Homo Neandertal que empezaron a poblar Europa hace 500.000 años, hasta desaparecer hace aproximadamente 40.000, desarrollaron un sentido de comunidad preocupada por el bienestar general, como lo demuestran una larga adolescencia y la unión de esfuerzos para cazar.
Además, según las evidencias arqueológicas estudiadas por esta Universidad, las personas que resultaban heridas o que sufrían algún tipo de incapacidad física eran cuidadas por la comunidad.
Se citan los casos de un niño con un defecto cerebral congénito que no fue abandonado y que vivió hasta los cinco años, y de un hombre con un brazo atrofiado, pies deformados y ceguera en un ojo, que recibió cuidados durante un periodo de 20 años.
El estudio, publicado en la revista "Time and Mind", lo firman Penny Spikins, Andy Needham y Holly Rutherford, que elaboraron una gráfica que sitúa la aparición de la empatía en algún momento de hace 6 millones de años, cuando el antepasado común de chimpancés y humanos mostró los primeros gestos de ayuda a otros semejantes.
Esos gestos podían ser una caricia de consuelo o simplemente apartar una rama de un árbol para ayudar a pasar a otro individuo.
Según estos investigadores, la compasión en el Homo Erectus, que vivió hace 1,8 millones de años, empezó a regularse como una emoción integrada plenamente en el esquema de pensamiento racional.
Progresivamente, se fue generalizando el cuidado de los individuos enfermos y el especial trato que se daba a los muertos, lo que sugiere un temprano sentimiento de profunda pena por la pérdida de un ser querido y el deseo de aliviar esa pena.
En los seres humanos de hace 120.000 años, la compasión se generalizó a los desconocidos, los animales y los objetos, y también en relación con conceptos abstractos, añadieron los estudiosos.
Spikins, directora del estudio, manifestó que las nuevas tecnologías como la generación de imágenes de mayor calidad de los restos óseos de los individuos estudiados permiten dar una explicación científica a lo que hasta ahora no han sido más que suposiciones sobre comportamientos y sentimientos intangibles.
El ejemplo mejor conocido y más antiguo de respaldo emocional se obtuvo de KNM-ER 1808, un ejemplar femenino de Homo Ergaster, que vivió en torno a hace 1,5 millones de años.
Los exámenes de los restos esqueléticos de este individuo sugieren que sufrió hipervitaminosis, una enfermedad generada habitualmente por la excesiva ingestión de vitamina A y que "a buen seguro dificultó enormemente su capacidad de supervivencia".
No obstante, se indicó en el estudio, "sobrevivió lo suficiente para que la enfermedad fuera identificable en su patología ósea, algo que sólo ocurre en estadios avanzados de la enfermedad".
"La compasión es quizá la emoción humana más fundamental. Nos une y nos puede inspirar, pero también es frágil y escurridiza. Esta aparente fragilidad hace que el estudio de las pruebas sobre el desarrollo de la compasión en nuestros antepasados más antiguos sea un desafío único", explicó la arqueóloga de la Universidad de York.
"Los registros arqueológicos -añadió- tienen una importante historia que contar sobre la prehistoria de la compasión".
Spikins señaló que tradicionalmente "se ha prestado mucha atención a lo pronto que los seres humanos pensaron sobre sus prójimos, pero ha llegado la hora de prestar bastante más atención a si se preocupaban o no por ellos". EFE
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