Los seis voluntarios del proyecto "Marte 500", considerado un precursor de los vueltos interplanetarios, realizaron más de un centenar de experimentos científicos y efectuaron caminatas simuladas en el planeta rojo.
Los seis "martenautas" participantes en los 520 días de viaje simulado a Marte desgranan hoy las últimas horas de su odisea: mañana, viernes, se abrirán las escotillas para poner fin a año y medio de aislamiento.
"El viernes a las 14.00 hora local (10.00 GMT) se abrirán las escotillas y los participantes en el proyecto saldrán por su propio pie de la estación", aseguró a Efe Mark Bielakovski, subdirector del proyecto "Marte 500".
Seguidamente, los héroes, como ya son tildados los voluntarios que han permanecido casi año y medio encerrados en la estación situada en la sede el Instituto de Problemas Biomédicos de Moscú, "serán sometidos a revisión médica y estarán tres días en cuarentena".
"Seguiremos el mismo protocolo que si se tratara de cosmonautas recién llegados de la Estación Espacial Internacional. No podemos correr ningún riesgo", dijo.
Los seis voluntarios, que han recibido los elogios de Martin Zell, jefe del departamento de investigaciones de la Agencia Espacial Europea (ESA), deberán permanecer en Moscú hasta el 4 de diciembre, fecha en la que concluirá oficialmente el experimento.
Bielakovski subrayó que "todos los integrantes de la tripulación se comportaron como auténticos profesionales y como un equipo bien compenetrado, pese a las diferencias de origen, cultura, educación, religión e idioma".
"No ha habido ni un conflicto. Su estado físico y psicológico está dentro de lo normal. Todos los equipos funcionaron a la perfección. Hemos cumplido con todos los objetivos que nos marcamos", indicó.
En particular, destacó al ítalo-colombiano Diego Urbina, ingeniero de formación de 28 años, al que calificó de "gran profesional y buena persona, con un carácter abierto".
Urbina -nacido en Colombia de madre italiana, pero que emigró a Italia en 2002 para estudiar Ingeniería en Turín, tras lo que adquirió la ciudadanía de ese país europeo- manifestó hace unos días que un viaje simulado es mucho más difícil que uno real.
El ítalo-colombiano, que se llevó una buena ración de libros de Gabriel García Márquez, aspira a convertirse algún día en un "martenauta" de verdad.
La Agencia Espacial Europea y la rusa Roscosmos lanzaron en 2004 este ambicioso proyecto, el mayor de la historia, al que se sumó posteriormente China, mientras países como Estados Unidos o España también cooperan con experimentos científicos.
El ruso Alexéi Sitev, comandante del grupo, aseguró a la agencia oficial Itar-Tass que el experimento ha sido un gran desafío y que está deseando abandonar la estación para poder "dar largos paseos".
"Con vistas al aislamiento nos enseñaron diferentes métodos. Nos advirtieron de que sería duro y que podríamos usar técnicas de autocontrol", dijo el ruso, que se casó dos semanas antes de iniciar su encierro.
Sitev, que al igual que sus compañeros pudo comunicarse con sus familiares por internet, comparó su odisea con "un retorno al pasado": "Para nosotros el tiempo se paró, no biológicamente, sino socialmente. Regresaremos y recuperaremos el tiempo perdido".
Los voluntarios del proyecto, considerado un precursor de los vueltos interplanetarios, realizaron más de un centenar de experimentos científicos y reacción ante averías y efectuaron incluso caminatas simuladas en el planeta rojo.
Con unas reservas de varias toneladas de agua y comida, los seis neófitos astronautas vivieron en condiciones similares a las de una expedición real en el interior de cinco módulos espaciales de 180 metros cuadrados sin ventanas y con la misma composición del aire, presión y nivel de ruido que en una nave interplanetaria.
El módulo de vivienda incluyó una cocina con mesa-comedor y unas minúsculas habitaciones forradas de madera de tres por dos metros cuadrados para los tripulantes con cama, mesa y armario, retrete y una ducha, que sólo pudieron usar una vez cada diez días.
Además de Sitev y Urbina, otros cuatro voluntarios se embarcaron en el proyecto el 3 de junio de 2010: los rusos Alexandr Smoléevski y Sujrob Kamolov, el francés Romain Charles y el chino Wang Yue.
Su odisea espacial ha intentado recrear las futuras expediciones interplanetarias y se propone estudiar la resistencia del ser humano en condiciones de aislamiento prolongado.
Según los organizadores del proyecto, el momento más difícil fue el retorno simulado a la Tierra, pues para entonces la misión ya había sido un éxito, pero los voluntarios debían seguir realizando experimentos durante varios meses.
Además, su experiencia servirá para comprobar la compatibilidad psicológica entre los integrantes de una tripulación y permitirá perfeccionar la construcción de las naves espaciales que viajarán a Marte, la prioridad de las agencias espaciales de Rusia y EEUU.
EFE
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