Esperaba que el cerebro de su madre, quien padeció alzheimer en sus últimos años, sea empleado en investigaciones relacionadas a la pérdida de memoria.
Dori Stauffer murió a los 73 años en 2014 luego de sufrir alzheimer en sus últimos años y su hijo Jim accedió a que los doctores puedan estudiar su cerebro, cediendo el cuerpo a un centro de recursos biológicos con la condición de que sea usado para investigaciones relacionadas a la pérdida de memoria.
Cinco años después, Jim se enteró que los restos de su madre fueron utilizados en una prueba de explosivos realizada por un contratista del Pentágono. Los detalles pueden herir susceptibilidades: el cuerpo fue atado a una silla y una bomba fue detonada debajo para simular qué pasa con el cuerpo humano cuando un auto pasa debajo de un artefacto explosivo improvisado.
“Me siento engañado”, contó a la cadena KNXV-TV de Estados Unidos.
Stauffer se unió a una demanda colectiva contra BRC, el centro que supuestamente iba a destinar el cuerpo a estudios sobre la pérdida de memoria.
Un portavoz del Pentágono indicó a Reuters que una empresa contratada por el Ejército estadounidense usó el cuerpo bajo falsas pretensiones, asegurando que la familia había autorizado su uso en ese tipo de prueba.
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