Un artículo publicado por una profesora de la Universidad de Hull asegura que la obsesión por la documentación fotográfica puede distorsionar y afectar nuestra identidad.
La obsesión de fotografiar todo en todos los lugares que visitamos empeora nuestra memoria y distorsiona los recuerdos según una investigación científica.
El estudio realizado por PhD. Giuliana Mazzoni, profesora de Psicología y Neurociencia de la Universidad de Hull (Reino Unido), asegura que nuestra memoria necesita ser ejercitada regularmente para que su funcionamiento sea el correcto. Con las fotografías, estamos reemplazando el ejercicio diario de recordar hechos pasados: “No solo es ya insólito recitar poemas, sino que hasta los eventos más personales los grabamos habitualmente con el móvil, y en lugar de recordar qué comimos en la boda de algún conocido, repasamos la galería de nuestro smartphone para ver las fotos que hicimos a los platos”.
Inmortalizar nuestros sucesos cotidianos conlleva a una menor capacidad de recordarlo y se basa en numerosos estudios en estudiantes universitarios, quienes resultan afectados mentalmente por confiar casi todo su conocimiento en la informática y la nube.
La experta en Psicología se aventura a ir más allá y menciona que la documentación fotográfica constante altera la autopercepción. La identidad de las personas se ve fija en las fotos del pasado y bloquea los demás recuerdos.
Los selfies también demuestran falta de espontaneidad, prosigue:“Están planeadas, las poses no son naturales y, en ocasiones, la imagen que percibimos de la persona está distorsionada. Estas instantáneas reflejan, además, una tendencia narcisista que hace que el retrato sea antinatural: grandes sonrisas artificiales, expresiones sensuales y gestos violentos”.
Cada una de estas fotografías buscan crear un hilo narrativo en nuestra vida y erradicar aquellos conflictos sobre quiénes somos. “Quizá usted siempre haya sido una persona sensible y amable, pero si ha vivido una experiencia ciertamente complicada puede que se haya visto a sí mismo como alguien duro. Esto puede conducir al desenterramiento de algún recuerdo o recuerdos en los que demostró agresividad”, afirma la maestra inglesa.
Mazzoni concluye con una reflexión sobre cómo la tecnología moldea nuestro comportamiento y funcionamiento: “Lo único que me produce escalofríos es la posibilidad de perder todas las maravillosas fotografías que tenemos por culpa de un fallo en nuestros smartphones… Así que la próxima vez que visite un museo, concédase un momento para observar detenidamente y vivir la experiencia. Solo por si las fotos se pierden”.
No todo es negativo
Por otro lado, las fotografías y los selfies tienen su lado positivo. Primero, la manera de almacenar las capturas y controlar su distribución se convierten en la habilidad de metacognición. Esta cualidad es esencial para los estudiantes ya que“les ayuda a planificar qué y cómo estudiar para un examen”.
Asimismo, las mismas instantáneas ayudan a las personas con problemas de memoria, aunque los recuerdos estén limitadas a las características de la fotografía, otorgando solo una versión de la realidad.
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