Quienes lo padecen pueden hacer una vida completa y plena, pero requieren de atención especializada.
El trastorno afectivo bipolar es una enfermedad mental que se evidencia por oscilaciones en el estado de ánimo y el afecto de la persona quien pasa del polo de la depresión al de la euforia.
El psiquiatra Heberson Sotomayor expresó que mucha gente no la conoce o el término se toma a la ligera. Si bien no existen estudios en el Perú, indicó que esta enfermedad es muy frecuente ya que el 2% dela población mundial la padece. Explicó que si a esta cifra se suma la ciclotimia, denominada también como trastorno bipolar 2, la cifra mundial se eleva a 5%.
Por su parte, la psicóloga Diana Pacheco señala que este desequilibrio de las emociones hace que una persona pase de estar acelerada, hablar demasiado y rápidamente de muchos temas a la vez, sin idea fija, a un estado de desánimo y no tenga ganas ni de pararse de la cama, asearse o ir a estudiar.
Las personas que la padecen presentan “irritabilidad constante e intensa, además de impulsividad desmedida. Se incomodan por todo, todo lo malinterpreta y personaliza, responde de forma hostil, agresiva, impulsiva e incluso explosiva… generalmente va acompañado por otro diagnóstico o adicciones como el consumo excesivo de alcohol, cigarros, anorexia, bulimia, ludopatía”, sentenció.
En declaraciones al programa Siempre en Casa, agregó que quienes padecen de trastorno afectivo bipolar pueden hacer una vida completa y plena, pero requieren de atención especializada.
El doctor Sotomayor sostuvo que para determinar si existe un episodio de depresión debe medirse el tiempo de duración pues este “se caracteriza por una tristeza constante de dos semanas por lo menos”. Además se manifiesta con decaimiento, falta de energía y apatía, incluso se presentan algunas alteraciones fisiológicas como variaciones del apetito y el ritmo del sueño.
Indicó, además que el trastorno afectivo bipolar tiene un fuerte componente genético (es hereditario), por lo tanto puede diagnosticarse a niños, pese a los síntomas son similares al del déficit de atención con hiperactividad.
“El diagnóstico se expresa (por lo general) entre los 15 y 30 años, teniendo una media de 25 años que es donde se dan los episodios más claros de depresión y euforiamanía”, afirmó.
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