Se debe tener una aproximación amigable para tratar este tema.
Roberta tenía 13 años cuando probó su primera cerveza. Un amigo de su colegio la invitó al quinceañero de su prima, evento que tuvo barra libre. Era cerca de la 1 de la mañana cuando, por presión de su grupo decidió darle una oportunidad a esa amarga bebida dorada. Lo siguiente que recuerda es estar en el taxi de regreso a su casa con dos chicos completamente desconocidos.
Tradición peligrosa. Cerca del 60% de jóvenes de 12 a 18 años ha probado alcohol alguna vez en su vida según cifras de Cedro, realidad preocupante si tenemos en cuenta los posibles riesgos que implica la ingesta de bebidas alcohólicas, tales como caídas, intoxicación etílica, agresiones sexuales y golpes. Los menores de edad comienzan a tener este hábito debido a que lo aprenden en sus familias, lo ven en los medios de comunicación, y porque en su entorno social tomar alcohol es sinónimo de alegría y popularidad, características que ellos quieren emular.
Conversación amigable. Christian Martínez, psicólogo especialista en adolescentes, explica que es fundamental prevenir posibles accidentes informando mediante la comunicación franca y empática. Lo más eficiente es conversar con los hijos de manera amigable y explicarles por qué es importante no beber o tomar alcohol con moderación. Prohibirles de manera tajante la bebida solo generará que se embriaguen a escondidas y luego no sepan qué hacer con las consecuencias.
Ayudarlo y limitarlo. Ante todo, es importante que cada familia determine cuáles serán los límites con respecto a la bebida que los hijos deben respetar. Recuerde que si le permite beber a un menor de edad usted será responsable legal. Si su hijo infringe los límites establecidos y llega ebrio a casa, el especialista recomienda ayudarlo, atenderlo y llevarlo al hospital de ser necesario. Luego, cuando el menor se encuentre en un mejor estado, se debe conversar con él e indicarle que su accionar tendrá una consecuencia.
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