Cuando se es adulto los códigos y sensaciones que demandan alimentarse son totalmente libres y no necesariamente responden a las señales del cuerpo porque la decisión de comer o dejar de comer está influenciada por el entorno y las circunstancias.En los niños, la respuesta a las señales del cuerpo por comer o dejar de comer, también pueden estar influenciadas por el entorno, palabra que en verdad marca un abanico amplio de posibilidades que toma tiempo detectar pero que en la mayoría de casos suelen ser las mismas.Son dos grandes aspectos del entorno que suelen afectar el acto de comer del niño: un proceso de aprendizaje y de higiene alimentaria inadecuado y/o aspectos emocionales que no puede manejar. Toma atención a las siguientes circunstancias:Pasar de la papilla a la ollaHay niños que consumen comidas con consistencia de puré hasta el primer año de vida, luego suelen ser niños e incluso adolescentes que optan sólo por alimentos blandos como fideos, arroz, papa frita y/o carne molida. Por eso es importante que haya una progresión en la textura, de manera que hacia el primer año, el niño ingiera alimentos en trozos pequeños y acepte con más facilidad los que demandan masticar más, como una manzana o ensaladas. Si el niño ya creció y continúa con esta preferencia, incorpore de a pocos -en sus platos favoritos- un alimento nuevo y felicite mostrando alegría y afecto cuando acepte comerlo. Si se trata de un adolescente, aplique la firmeza (eso sí, no se requiere pelear ni discutir con ellos para ser firme) y enséñele a comer de todo.Hacia el año en adelanteOcurre que no hay variedad de alimentos en casa, quien está a cargo de las compras y menú suele repetir con frecuencia los platos saturando al niño. Cambie este hábito llevando al niño al mercado y permítale elegir frutas y verduras, más tarde, en casa, descubran juntos el nuevo sabor y en otra ocasión permítale ayudar a preparar un platillo con un alimento nuevo.Los horariosRespetar la hora de la comida es fundamental. Los niños deben alimentarse de 5 a 6 veces al día, pero en un horario establecido. No deben comer ni beber entre comidas pues, a pesar de ser pequeños bocados o sorbos de alimento, van llenando su pequeña capacidad gástrica, de manera que a la hora de su comida ya está satisfecho. Un horario sugerido puede ser 7 a.m. desayuno, 10 a.m. colación/lonchera, 1 p.m. almuerzo, 3 p.m. colación, 6 p.m. cena y 9 p.m. colación si es que aún están despiertos.En ocasiones, la siesta compite con alguna comida principal. En esos casos puede intercambiarse el tiempo de comida, es decir, si toma leche y a la hora del almuerzo y quiere dormir, se le puede dar leche o jugo y más tarde darle el almuerzo.La cantidadOfrecerle al niño una cantidad mayor a su capacidad suele ser un error muy frecuente. La madre o el cuidador tiene una idea errada sobre la cantidad que requiere el niño. Al no poder terminar el plato, el discurso del adulto es “no quiere comer”. Debemos tener en cuenta la siguiente regla básica en la alimentación del niño y adolescente “el niño decide cuánto, pero los padres eligen qué comer”. Con esto se entiende que la cantidad está definida por el apetito del niño, si es menor a la anterior vez o menor al amiguito o primito, no hay ningún problema en la medida que lo que se ofrece es alimento nutritivo. Eso sí, no se le debe ofrecer nada más hasta la próxima hora de comer.Puede haber alguna excepción o flexibilidad si nos encontramos en clima caluroso o el niño hace deporte, allí prima la hidratación con líquidos naturales.Es importante evitar las golosinas, bebidas azucaradas y alimentos poco saludables en general, justamente porque la capacidad gástrica del niño es pequeña y tiene una alta necesidad de nutrientes y energía. Debemos aprovechar cada tiempo de comida con alimentos que lo nutran y no con alimentos que lo llenen y sólo lo engordan.El aspecto emocionalLa forma como se alimenta al niño es tan importante como el alimento mismo. Si se pierde la paciencia, si la hora de comer es un momento desagradable o tenso, es muy probable que inconscientemente el niño asocie esa sensación con algún sabor, aroma o textura del alimento y sea motivo de rechazo.Puede el niño ser más grande o estar pasando por la adolescencia y tener cambios hormonales o tener dificultades para socializar y reflejarse en el acto de comer (come mucho o come poco).En ocasiones, el niño y el adolescente tiene dificultades para afrontar situaciones nuevas o poca tolerancia a la frustración, es decir no acepta una negativa o que las cosas no salgan como espera. Los sentimientos de temor, angustia o frustración pueden manifestarse en el acto de comer, comiendo por ansiedad o dejando de comer.De haber problemas de comunicación entre los miembros de la familia, puede ser fácilmente percibido por el niño o adolescente aunque no escuche las discusiones. Recuerde que el lenguaje no verbal en las personas predomina al verbal y los niños y adolescentes los entienden muy bien.Probablemente, el aspecto emocional que afecta más a los niños y adolescentes es el abandono. No sólo cuando el padre o madre ya no están en casa por separación, divorcio o trabajo, sino también cuando se da el abandono afectivo. Muchos padres pueden pasar horas en casa pero no dan la atención afectiva, atención de juego, atención de escucha, atención de comunicar con sus hijos y resulta muy doloroso aunque estos no lo manifiesten. El abandono puede afectar seriamente el desarrollo del niño y adolescente en su alimentación y en otros aspectos de su vida.Cuando el niño no quiere comer o come mucho, hay que observar si es una conducta reciente o ha sido progresiva. Si nota que la causa tiene que ver con hábitos aprendidos, siempre puede darse el proceso de reeducación, pero si cree que no quiere comer por un aspecto emocional, brinde afecto, atención, límites claros e identifique el origen para darle solución. Puede pedir consejo profesional para ayudar a su hijo.