La sociedad puede 'conspirar' en el desenvolvimiento de una persona, la codicia o ambición desmedida se puede insertar en la vida como lo haría una adicción por las drogas o el alcohol.
La ambición, es decir, el deseo de poseer algo o ser alguien en la vida, no es mala. La codicia, en cambio, sí.
"Las personas generalmente buscan tres cosas: fama (diferente de prestigio), poder y dinero. La cultura consumista empuja al hombre a conseguir las cosas pisoteando valores y principios", señala el psicoterapeuta José Baldeón.
Es así que la sociedad puede 'conspirar' en el desenvolvimiento de una persona, la codicia o ambición desmedida se puede insertar en la vida como lo haría una adicción por las drogas o el alcohol.
"Cuando no se ha sido formado en una conducta ética y moral que pone ciertos límites, es fácil traspasar y violentar las normas y las leyes", anota Baldeón.
Para el psicólogo clínico Christian Martínez, las fallas en la crianza son la razón de muchas 'manzanas podridas'. “Los padres deben aprender a poner límites y dejar que sus hijos experimenten la frustración”, aconseja.
Además, advierte el experto, los vacíos emocionales no se llenan con el renombre y el reconocimiento profesional. "Las personas con ambición desmedida pueden tenerlo todo a nivel económico, pero siempre quieren más; no por éxito o logros, sino porque no encuentran una mirada positiva en su vida".
El impacto en la familia
Los efectos de la ambición patológica siempre son negativos, más aún si en el camino se cometen delitos. "Salpica un manto de vergüenza en la familia. Se siente culpa y frustración por saber que el líder, la cabeza de familia, ha actuado mal. Hay un estigma social", reflexiona Baldeón.
Sin embargo, los afectados -directos o indirectos- deben echar mano de todos sus "recursos emocionales" para salir adelante. "Pueden revalorizar su imagen, reivindicar su persona, siempre es posible; pero deben demostrarlo con hechos y desligarse de lo que es indefendible", opina el psicoterapeuta.
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