El politetileno es un material muy difícil de degradar. Aun estando en pequeñas piezas, puede asentarse en los ecosistemas por años sin deteriorarse.
(Agencia N+1/ Daniel Meza). Científicos acaban de descubrir que una oruga, normalmente utilizada para ser carnada de peces, tiene la habilidad de degradar biológicamente el polietileno, uno de los plásticos más duros y a la vez de los más usados. Los detalles de este hallazgo fueron publicados en Current Biology.
El polietileno es utilizado en el mundo para empaquetar, para cargar mercancías, en bolsas de basura o en botellas para bebidas. Representa el 40% del total de los productos plásticos en Europa, donde hasta el 38% del mismo es echado a los vertederos. En todo el mundo, usamos un billón de bolsas plásticas cada año.
Descubrimiento. Se trata de un material muy difícil de degradar. Aun estando en pequeñas piezas, puede ingresar en los ecosistemas y asentarse allí por años sin deteriorarse. El daño ambiental es significativo. Este polímero, temido por muchos, resultó ser un hueso no tan duro de roer para la larva de las polilla de la cera, la Galleria mellonella. Dicha larva es frecuente plaga de colmenas a lo largo de toda Europa.
El descubrimiento se dio accidentalmente, cuando una miembro del equipo científico, la principiante criadora de abejas Federica Bertocchini del Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria, España, intentaba limpiar las pestes parasitarias de sus panales. Colocó entonces a las larvas temporalmente en una bolsa de plástico de supermercado, cuando notó que esta se llenaba de huecos. A partir de allí, junto a sus compañeros de la Facultad de Biología de la Universidad de Cambridge condujeron un experimento cronometrado.
La explicación. Así, 100 abejas fueron expuestas a bolsas de plástico de supermercados británicos. Los huecos empezaron a aparecer apenas después de 40 minutos, y luego de 12 horas, desapareció una masa de 92 mg de la bolsa. Se trata, según los autores, de un tiempo de degradación extremadamente más rápido que otros recientes hallazgos —el año pasado una bacteria pudo biodegradar algunos plásticos a un ritmo de 0.13 mg por día.
La respuesta estaría en la naturaleza. Los panales en los que crecen estas orugas están hechos de una diversa mezcla de lípidos: moléculas fundamentales de células vivas, incluyendo grasas, aceites y hormonas. Los investigadores creen que digerir cera de abejas sería de alguna forma similar a la digestión de los compuestos antes mencionados, aunque esto aún necesita ser investigado con mayor detalle. La cera, creen los autores, es un polímero, una suerte de plástico natural, y tiene una estructura química similar a la cera en ciertos aspectos.
Más investigación. En un análisis espectroscópico, los científicos demostraron que las uniones químicas del plástico se estaban rompiendo: los gusanos transformaron el polietileno en etilenglicol representando moléculas “monóméricas” o no vinculadas entre sí. Las orugas, demostraron, no solo tragaban el polímero, sino que también rompían sus enlaces químicos con algo que aparentemente proviene de sus glándulas salivales o vientre.
El siguiente paso es identificar qué tipo de proceso se produce para este prodigioso procedimiento y aislar a la enzima responsable. Según Paolo Bombelli, autor principal del estudio, el descubrimiento sugiere una forma viable de implementar un método a gran escala usando la biodegradación, lo que a su vez nos ayudaría a deshacernos de toneladas de plástico dañino en mares, ríos u océanos.
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