En el distrito de Ahuac (en Chupaca, a 16 kilómetros de Huancayo) se ubica Pumalanla, un enigmático lugar donde vivieron los antecesores de los wankas.
Cuentan las historias que hubo en un lugar de Ahuac (distrito ubicado en Chupaca, a 16 kilómetros de Huancayo) unos pobladores de origen legendario, anteriores a los incas.
Ese sitio lleva el nombre de Pumalanla, complejo arqueológico apenas reconocido, cuyo nombre significa “Roca del Puma”. Se ubica en la comunidad de Iscohuatiana, en Copca, a 3680 m.s.n.m, y a apenas ocho kilómetros de la plaza de Chupaca. En tiempos antiguos era habitado por unos sombríos hombres llamados “gentiles”, cuyos restos óseos todavía se pueden encontrar junto a sus utensilios rotos por ellos mismos.
La figuración de los “gentiles” recorre toda la sierra central con leyendas diversas. Pero todas coinciden en que se trataba de gentes malvadas, dueñas de la tierra en un remoto pasado, y que hacían de las suyas en el mundo. Dominaban algunas artes, entre ellas la alfarería y el tallado en piedra. Por eso, tenían bellísimas herramientas y utensilios de piedra, que parecían haber sido labrados por la naturaleza y no por la mano del hombre.
Cuando el Huamani —o padre cerro— decidió acabar con ellos lanzándoles una lluvia de fuego, los “gentiles”, impotentes y sabedores de que una nueva generación de hombres sería creada para reemplazarlos, se resignaron a su suerte, pero eso sí, decidieron no dejarles ninguna de sus pertenencias. Iniciaron, de esa manera, la devastación de sus habitáculos que redujeron a escombros. Sus utensilios fueron hechos pedazos y, cuando ya el tiempo apremiaba, escondieron lo que no pudieron destruir.
Miles de años después algunos de sus refugios todavía se mantienen en pie. Y sus bellísimos utensilios, piezas rarísimas como batanes y morteros —hallados por algunos pobladores de la actualidad—, se usan todavía y se han convertido en objetos de legado familiar.
Uno de esos asentamientos es Pumalanla, un complejo apenas investigado, pero que se constituye en un gran descubrimiento. Aún se pueden encontrar allí viejas tumbas “gentiles”, muchas de las cuales se hallan en tierras vírgenes. Hay además rastros de senderos de piedra y corrales sobre los campos de ichu.
En la cumbre de la montaña, a la que se llega tras una caminata de poco más de una hora, hay varios habitáculos, en cuyo suelo el paso del tiempo y el afán vitalizador de la naturaleza ha terminado por cubrir de hierba.
Incluso, se dice que hay pinturas rupestres en algunas cuevas cercanas —adonde los pobladores temen entrar por la legendaria maldición de los "gentiles"—, y restos de esa vieja población, que acaso desapareció para abrir paso a las nuevas civilizaciones de los wankas, quienes tomaron posesión de sus tierras para hacer lo que es ahora Huancayo y sus alrededores.
Por: Juan Carlos Suárez
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