El cardenal Juan Luis Cipriani conversó con RPP Noticias sobre su experiencia durante la toma de rehenes y sobre el legado de la operación de rescate.
Durante la crisis de los rehenes que tomó el MRTA en la residencia del Embajador de Japón, el cardenal Juan Luis Cipriani entró al lugar para rezar con las víctimas y darles ánimo y esperanza. 20 años después de la operación Chavín de Huántar, en la que el Ejército rescató a los civiles y mató a los 14 terroristas, el religioso pidió mediante RPP Noticias que el pueblo peruano termine de reconciliarse con sus Fuerzas Armadas.
“Esta es una de las lecciones más importantes (de Chavín de Huántar): restaurar definitivamente la unión del pueblo con sus Fuerzas Armadas”, declaró en Ampliación de Noticias. “Las FF.AA. y la Policía forman parte de la familia peruana y esa tendencia que ha habido durante años de separarlos y enfrentarlos como antagonistas debe terminar pronto. Lo hemos visto ahora en el tema de El Niño, son peruanos que ponen su vida y su capacidad en el rol que les corresponde”.
La fortaleza de los rehenes. “El clima de fe y de oración dentro de la Embajada fue muy grande. Eran muy conscientes todos, también el MRTA, de que la actuación de Dios tenía que sacarnos de esa obscuridad y ese terror irracional que se había instalado”, declaró Cipriani sobre su experiencia dentro de la residencia durante la crisis. Junto a miembros de la Cruz Roja, el Cardenal entró para apoyar a los rehenes, oficiar misas y acompañar la entrega de ayuda humanitaria para ellos.
“Todos rezábamos y seguíamos de cerca esa confianza en que Dios nos daría una mano. Fue un elemento importantísimo en la mente de los rehenes, al igual que el enorme dolor que tenían, alejados de sus hijos, de sus padres, de su esposa. Había allí una situación enormemente dolorosa, en la que los rehenes se portaron con una grandeza y fortaleza de ánimo estupenda.
Ayuda divina. Cipriani también contó que su labor de llevar esperanza a los rehenes fue muy difícil, ya que lo "investigaban ojos muy variados". "Entrabas y te clavaban los ojos los rehenes, para ver cómo viene. Luego bajaba a hablar con los del MRTA y lo mismo. Salías al periodismo y te leían la cara. Era difícil mantener un estado de ánimo sereno, respetuoso para no caer en una situación en la que el MRTA rechazaba tu presencia o que el Gobierno quería utilizarte”.
El Cardenal explicó que tuvo días de dolor y cansancio, “en los que tuve que pedirle a Dios sabiduría para ver qué les decía" a las 72 personas que el MRTA mantenía secuestradas. “Teníamos como reuniones con los rehenes en los que al final, de manera abierta, les hablaba de unidad, de empeño, de no doblegarse. Y estaban los del MRTA al lado. Considero que Dios me tomó en sus manos por unos días. Acabada la operación no digo que me dejó, pero volví a estar a pie y hoy me doy cuenta lo difícil que fue para todos”.
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