Sigilosas, escurridizas y de hábitos solitarios, así suelen comportarse muchas serpientes. Toparse con uno de estos reptiles puede ser un evento repentino e, incluso, de mucha paciencia en las investigaciones científicas y, por eso, descubrir una nueva serpiente para la ciencia no es algo que ocurra todos los días.
Sin embargo, a finales del año pasado, un grupo de científicos describieron una nueva especie (Leptodeira misinawui), endémica del sur de los Andes ecuatorianos. En el proceso también resolvieron varias dudas sobre la clasificación de otras serpientes pertenecientes al género Leptodeira —más conocidas como serpientes ojo de gato—.
El descubrimiento fue publicado en la revista científica Zootaxa por investigadores de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), Universidad Nacional de Colombia (UNAL), Instituto Nacional de Biodiversidad (INABIO), Universidad del Azuay (UDA) y el Museo Alexander Koenig de Alemania.
La especie nueva está restringida a la cuenca del río Jubones al sur del Ecuador, un área interandina de valles secos donde ya se han encontrado varias especies de reptiles que no viven en ninguna otra parte del mundo. “La gente piensa que en estos lugares áridos no hay nada y no es así. La verdad es que hay mucho, y mucho que es solo de ahí. Es un ecosistema redictual, muy frágil”, dice Juan Carlos Sánchez-Nivicela, biólogo ecuatoriano y uno de los autores del artículo científico.
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Una nueva serpiente y subespecies que resultaron ser especies
Los primeros ejemplares de esta nueva serpiente fueron recolectados en el 2009, pero su identificación vio la luz 11 años después debido a la complejidad para determinar si la especie era nueva o clasificaba como una subespecie de Leptodeira septentrionalis, una de las dos especies que se creía que habitaban en Ecuador.
Generalmente se le llamaba Leptodeira annulata a todas las ojos de gato que se encontraran en la región amazónica y Leptodeira septentrionalis a las presentes en la cordillera de los Andes y hacia la costa Pacífica (allí se incluían varias subespecies como Leptodeira septentrionalis larcorum y Leptodeira septentrionalis ornata). Precisamente, ese fue uno de los principales desafíos para los investigadores que, después de mucho estudio y basándose en secuencias de ADN mitocondriales y nucleares, determinaron que larcorum y ornata eran especies y no subespecies, además, que la serpiente que estudiaban era nueva (Leptodeira misinawui) pues no encajaba con las características de ninguna de las anteriores.
“La especie nueva es similar en morfología y está geográficamente cerca de L. septentrionalis ornata y L. septentrionalis larcorum, de las cuales se distingue por poseer manchas dorsales más pequeñas, una cola más larga, y el cuerpo del hemipene [órgano reproductor de los reptiles] con espinas más cortas”, dice el artículo científico.
Por su parte, Omar Torres, biólogo, curador de reptiles del museo QCAZ de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) y autor principal del artículo científico, ya le había dicho hace unos meses a Mongabay Latam que cada vez que él y sus colegas consiguen muestras de tejidos de los cuales pueden obtener ADN, se dan cuenta de que hay que elevar subespecies a nivel de especies o que unas especies que estaban en un género corresponden a otro. “Hay mucho trabajo básico por hacer con serpientes”, enfatiza.
El nuevo reptil descrito habita en el desierto de Jubones, hacia las partes media y alta de un valle árido en la cuenca del río que lleva este mismo nombre, y que va desde los 500-600 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.) hasta los 3000 m.s.n.m.
Según los investigadores, esta zona es particular porque a su alrededor hay bosque húmedo con mucha diversidad, pero en el valle de Jubones —que forma una especie de barrera con esos ecosistemas húmedos— hay gran diversidad de reptiles y anfibios que son únicos para este lugar. Sánchez-Nivicela recuerda que hace algunos años se describió una nueva lagartija (Holcosus orcesi) y una nueva salamanquesa (Phyllodactylus leoni) que son endémicas de esa zona.
“Estuvimos en varias salidas en la parte alta del valle de Jubones y encontramos animales en zonas interesantes porque este valle, a pesar de ser tan seco, árido y estacional tiene pequeños oasis, núcleos verdes donde hay vegetación y agua. Algunos animales en las temporadas más secas se congregan en esas zonas de humedad, como esta serpiente ojo de gato que se alimenta principalmente de ranas y pequeñas lagartijas”, dice Sánchez-Nivicela.
El investigador también comenta que ni siquiera la gente que vive en zonas cercanas al lugar había visto antes a esta nueva serpiente para la ciencia y que “junto a esta serpiente también se han registrado otras que estamos estudiando. Hace varios años también encontraron una víbora endémica pero siguen trabajando en su descripción”. Se espera que en los próximos años se hagan públicas las descripciones de más reptiles y anfibios endémicos de este particular “desierto interandino”.
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Hábitat restringido y amenazas presentes
Hacer la clasificación taxonómica de esta serpiente fue un proceso que a los científicos les tomó varios años y aún es muy poco lo que se conoce sobre este reptil. Por ahora se sabe que tiene colmillos más largos en la parte posterior de la mandíbula que inyectan veneno; a diferencia de las víboras y corales que los tienen adelante.
Según Sánchez-Nivicela, ese veneno les sirve para inmovilizar a sus presas, de tamaño pequeño, pero no es letal para los humanos. Además, los registros de incidentes con el género Leptodeira son escasos. Las ojos de gato son controladoras naturales de poblaciones de pequeños vertebrados, principalmente ranas y lagartijas, y miden máximo 80 centímetros desde la cabeza hasta la cola.
“Concluimos que la Cuenca del río Jubones es un área importante de endemismo para los reptiles escamosos. Esta cuenca representa el límite norte de la zona de Amotape-Huancabamba, que durante mucho tiempo ha sido reconocida como un área biológicamente diversa con importantes niveles de endemismo para animales y plantas, así como como una barrera biogeográfica importante para algunos organismos andinos y un corredor de migración para otros”, se lee en el estudio.
Sin embargo, este “oasis de biodiversidad” enfrenta diferentes amenazas que ponen en peligro a la vida que alberga —mucha de ella aún desconocida—.
Los investigadores aseguran que las actividades humanas han reducido considerablemente los ecosistemas naturales en el suroeste de Ecuador y, según el artículo científico, las zonas que rodean los lugares donde se encontraron los ejemplares de la nueva serpiente, muestran fuertes procesos de cambio de uso del suelo, principalmente por potreros; numerosos caminos secundarios y deforestación por extracción de leña.
Al final del artículo los autores hacen una fuerte advertencia: “[…] De hecho, el lagarto Holcosus orcesi no se ha encontrado en las últimas décadas a pesar de muchos esfuerzos de recolección, lo que sugiere que esta especie está en Peligro Crítico o extinta. Por lo tanto, recomendamos considerar en peligro de extinción a todas las especies de reptiles endémicas de la cuenca del río Jubones”.
Sánchez-Nivicela afirma que la principal amenaza es que la gente está modificando este valle seco para poder habitarlo y “volverlo productivo” para sembrar. “Este es un valle seco con animales adaptados a valle seco. Si lo convierten en zona húmeda, el lugar será colonizado por otras especies que viven en los alrededores que van a competir con ellos o que los van a depredar”, concluye.
El artículo original fue publicado por José Paz Cardona en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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