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Brecha de género en el hogar: una forma de violencia diaria

Mientras que las mujeres emplean poco más de 39 horas, los hombres apenas dedican alrededor de 16 horas semanales a las labores del hogar
Mientras que las mujeres emplean poco más de 39 horas, los hombres apenas dedican alrededor de 16 horas semanales a las labores del hogar | Fuente: Shutterstock

El valor del trabajo doméstico no remunerado de las mujeres es 2,2 veces mayor al de los hombres. La brecha de género basada en el machismo y en los estereotipos constituye también una forma de violencia contra la mujer y usualmente se encuentra camuflada en el hogar.

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La brecha o desigualdad de género abarca distintos aspectos en los que las mujeres aún se encuentran en un terreno desigual en comparación con los hombres como, por ejemplo, en el mercado laboral, en su autonomía física, en empoderamiento o en cuestiones de salud reproductiva.

Si hablamos de esta brecha en el hogar podemos tomar el tema del trabajo doméstico, el cual basado en estereotipos, suele recaer solamente en las mujeres. Ideas y frases como “las mujeres deben cocinar”, “las mujeres deben cuidar a sus hijos y atender al esposo” o “el hombre debe mantener a la familia” constituyen formas de violencia simbólica que repercuten no solo en la propia afectada sino también en los hijos e hijas, quienes tienen más posibilidades de repetir la misma desigualdad y violencia en su propia vida.

Trabajo doméstico: ¿Es igual para hombres y mujeres?

Para comparar el trabajo que realizan hombres y mujeres en casa, el MIMP realizó en 2010 la encuesta nacional de uso del tiempo (ENUT), la cual dio como resultado que el valor del trabajo doméstico no remunerado de las mujeres es 2,2 veces mayor al de los hombres. Así, mientras ellos le dedican alrededor de 16 horas semanales, las mujeres emplean poco más de 39 horas a labores del hogar.

También se encontró que las mujeres entre 30 y 50 años son quienes más tiempo emplean en el hogar, siendo las principales actividades no remuneradas la promoción de comidas y refrigerios (31,8%) y el cuidado de niños y adultos (25,2%).

La razón principal por la que las mujeres han sido históricamente destinadas a las labores domésticas se encuentra en el machismo y en los estereotipos. Sobre esto, la encuesta arrojó que cuando se trata de cocinar, las mujeres dedican casi 14 horas semanales a esta actividad, mientras que los hombres apenas 4 horas. Asimismo, las mujeres dedican 6 horas más que los hombres al cuidado de los hijos. Así, los hombres se dedican principalmente a actividades relacionadas erróneamente a su “capacidad masculina”, como la reparación, construcción y mantenimiento de la vivienda.

Aparte de las labores domésticas, la brecha de género también se hace presente cuando se trata de mantener el hogar en términos de dinero. La brecha salarial que existe en el mercado crea un círculo vicioso que se refleja en casa: como las mujeres suelen ganar menos, se cree que “los hombres son los que mantienen el hogar y por tanto son los jefes de casa”, basados en este estereotipo machista es que se ejerce la violencia económica, la cual afecta la autonomía y libertad en la toma de decisiones de las víctimas.

Es importante mencionar que la violencia de género en estos casos se da cuando se asume que las mujeres deben realizar ciertas labores solo por ser mujeres. Lo recomendable es que ambos aporten de manera equitativa tanto en las labores del hogar como en el aspecto económico; sin embargo, si por diversas circunstancias esto no se puede dar, lo ideal es que ambos, por mutuo acuerdo y luego de una conversación, se dividan la responsabilidad como mejor funcione, siempre teniendo en cuenta que la autonomía y capacidad de decisión de cada uno no debe verse mermada por ningún motivo.

Las labores domésticas se deben distribuir de manera equitativa entre los miembros de la familia.
Las labores domésticas se deben distribuir de manera equitativa entre los miembros de la familia. | Fuente: Shutterstock

¿Cómo afecta esto a las mujeres?

Aunque, según datos de INEI, entre el año 2000 y el 2016 el Índice de desigualdad de género (IDG) ha mejorado de 0.5 a 0.3 (donde 0 equivale a igualdad y el 1 a desigualdad completa), aún queda mucho por hacer para que las mujeres dejen de ser tratadas como inferiores y dejen de ser víctimas de violencia de género.

Uno de los indicadores de la desigualdad y consecuencia de la brecha de género es la autonomía física de las mujeres, la cual incluye los obstáculos que ellas enfrentan para decidir sobre su sexualidad y para ejercer el derecho a vivir una vida libre de violencia.

Evidentemente si las brechas no se cierran, las mujeres seguirán expuestas no solo a violencia simbólica, sino también a violencia física, psicológica, sexual y más. De hecho, según cifras del Ministerio Público, de los 1,129 feminicidios registrados en los últimos 9 años, más de la mitad se produjo en el hogar.

Las consecuencias para las víctimas son diversas, tanto físicas como psicológicas. Además, la brecha de género en el hogar frustra la capacidad de alcanzar planes personales e incluso afecta al aspecto laboral, pues muchas empresas prefieren contratar a hombres basándose en que las mujeres tienen mayor carga en el hogar, lo cual las desgasta y distrae. Así, también se ejerce sobre ellas discriminación laboral por género.

Si eres víctima o testigo de algún tipo de violencia de género no dudes en denunciarlo llamando gratuitamente a la Línea 100. Recuerda que la indiferencia también es violencia.

Recuerda que…

- Mantener el hogar depende de ambos, por lo que las actividades domésticas deben ser realizadas de manera equitativa.

- Si el hombre cumple con los quehaceres (planchar, lavar, cocinar, etc.) no se debe considerar una “ayuda a la mujer”. Al contrario, está cumpliendo con su deber, pues también es responsable de mantenerlo.

- La base económica del hogar debe darse, idealmente, por ambas partes. Tanto hombre como mujer deberían aportar equitativamente para los gastos a menos que ambos acuerden lo contrario. Si alguno aporta más que otro, esto no debe limitar la autonomía ni censurar la participación de alguno en la toma de decisiones.

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