Casi un centenar de voluntarios brindan clases escolares, de pintura, ballet y yoga de manera remota a niños con enfermedades complejas.
En Lima, hay un lugar que abre sus puertas a familias de escasos recursos que deben viajar desde el interior del país para que sus hijos, con alguna enfermedad compleja, reciban el tratamiento médico que requieren sin que este implique un esfuerzo económico imposible. Sin embargo, todo cambió cuando en marzo, el presidente Martín Vizcarra anunció el primer caso de coronavirus en nuestro país.
En medio de una crisis sanitaria sin precedentes, activaron los protocolos de seguridad de la mano del Instituto Nacional del Niño de San Borja y se vieron obligados a cancelar el voluntariado presencial, las visitas masivas de voluntarios en las Casas Ronald y cerrar por completo los albergues. Así, todo cambió en poco tiempo, desde la forma de trabajar hasta cómo se desenvolvían las familias.
Pese a todo, el compromiso con las familias no se detuvo y han venido realizando clases y talleres creativos dictados por voluntarios que permiten mantener a los huéspedes activos, entretenidos y en un constante aprendizaje. Por otro lado, también han llevado a cabo campañas virtuales que, además de recaudar fondos para continuar con esta labor solidaria, permite que más personas conozcan el trabajo de los voluntarios y se sumen.
Algunas de clases y talleres que brindan los voluntarios son clases de reforzamiento escolar (razonamiento verbal y razonamiento matemático), talleres de ballet, yoga y clases de pintura. Estas actividades son realizadas por los niños y niñas, así como las mamás y papás que no dudan en unirse también.
La experiencia en la Casa Ronald
El voluntariado virtual ha sido una fuente importante de apoyo emocional para todas las familias durante la pandemia, ya que hace posible el contacto con personas externas a la casa de manera virtual. Gracias al uso de herramientas digitales, se ha incrementado el equipo humano a casi 80 voluntarios y voluntarias –contando incluso con personas de otros continentes– que ponen su tiempo a disposición de los niños y niñas para regalar felicidad y constante aprendizaje.
Cada año, miles de familias deben venir a la capital en búsqueda de atención, y experiencias como esta contribuyen a una actitud positiva que los motiva a sobrellevar cualquier situación e ir tras sus sueños. “Es maravilloso cómo el tener a su familia cerca influye en la recuperación de los niños. Sienten el amor y contención de sus padres, lo que disminuye el estrés que genera el someterse a continuos tratamientos a tan corta edad”, explica Jonathan Rossi, director ejecutivo y vocero de la Casa Ronald.
La mejor motivación: el bienestar de las familias
Solo en el Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja (INSNSB), el 80% de niños atendidos han llegado de otras provincias, siendo en su mayoría de bajos recursos. Actualmente, albergan a 21 niños (7 niños, cada uno con su mamá en la casa de Surco y en la Casa Ronald de Jesús María viven 14 niños acompañados de su mamá).
Es así como día a día, en la Casa Ronald se lleva a cabo un arduo trabajo por lograr el bienestar de todas las familias. Niños como Samir, que fue diagnosticado con Síndrome Mielodisplásico a los 8 años y ya lleva 10 meses de haber recibido con éxito un trasplante de médula ósea, son el impulso para continuar con la misión de ser un hogar lejos del hogar y mantener a más familias unidas mientras sus niños reciben tratamiento médico.
Asimismo, la historia de la pequeña Miam, que hace 4 años llegó a la capital limeña desde Trujillo con un diagnóstico de Ventriculitis Cerebral e hidrocefalia que la hacen totalmente dependiente de su madre, Nataly Vargas, ha enseñado que para el amor no hay límites. Como ellas, miles de personas deben viajar a Lima en busca de tratamiento, pues de acuerdo con la Casa Ronald McDonald, a nivel nacional, se calcula que el 60% de las instituciones especializadas en enfermedades complejas para niños se encuentra en la capital peruana.
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